Opinión

El día que cambió el mundo

Estaba escrito. Como una profecía bíblica. Nadie quiso atenderla y pocos estaban preparados, incluido Pedro Sánchez, que ha esperado a que el coronavirus fuera pandemia de forma oficial. Ayer las bolsas mundiales –con el Ibex entre los líderes de los números rojos– certificaron el fin de uno de los más largos periodos de crecimiento económico. Ahora, el mundo y España tiemblan ante un virus que ya ha cambiado la historia. La pandemia de 2020 se recordará durante decenios, como la mal llamada «gripe española» de 1918 y la Peste Negra (1348-1352), que hundió la economía de la época. Habrá un antes y después del coronavirus y ahora el reto es doble: superar y vencer a la enfermedad y comenzar a construir el futuro hoy mismo.

El Gobierno merece el apoyo de todos, oposición incluida, para afrontar un reto inmenso, pero debe huir de la tentación de obtener réditos políticos. Sánchez y su equipo quizá han reaccionado tarde, pero eso es historia pasada, como la manifestación del 8-M, que nunca debió celebrarse. Hubo voces socialistas que alertaron del error, pero el pánico a perder la bandera feminista ante la pareja de Iglesias–Montero pesó más. Ahora hay una bomba de neutrones desparramada por todo el país, en forma de cientos de miles de manifestantes que corrieron riesgos obvios. Igual que los participantes en el mitin de Vox enVistalegre, la víspera de que Ortega Smith diera positivo por coronavirus. Abascal, como Sánchez con el 8-M, pudo desconvocar el acto, pero lo mantuvo. Vistalegre, si hubo contagios, puede haber sido el principio del fin de Vox.

Sánchez, quizá con la misma ingenuidad con la que Zapatero abordó la Gran Recesión, ha tardado en tomar medidas. Ahora va poco a poco y quizá la medicina más amarga esté por llegar. El ejemplo italiano está ahí. En el Reino Unido, el bufón Boris Johnson pidió ayer a los británicos que se preparen para lo peor, «porque lo que ocurre en otros países llegará aquí». Sánchez promete ayudas y hacer lo que tenga que hacer desde un dudoso aire churchilliano. Además, y porque le garantiza la legislatura, aprovecha y reclama unos «Presupuestos extrasociales» que, solo estarían aprobados al principio del verano, cuando la pandemia debería estar vencida y, si no lo está, la catástrofe sería también bíblica. La crisis sanitaria está aquí; la económica dejó su tarjeta de visita ayer. Dos desafíos enormes, que requieren grandes decisiones y tal vez grandes acuerdos, más allá de escasas y artificiales mayorías parlamentarias, aunque Sánchez no parece interesado. Está escrito.