Opinión

Con nocturnidad y premeditación

Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo (BCE), es más una política que una experta monetaria, como su predecesor, el ahora legendario Mario Draghi, el hombre que salvó al euro con tres palabras en inglés, «Whatever you takes», es decir, «lo que sea necesario». La francesa Lagarde estaba acostumbrada a hablar con registros políticos. Draghi, por su parte, dominaba el alambicado lenguaje de los mercados y sus operadores, algo que Alan Greenspan, mítico presidente de la Reserva Federal americana –hasta que llegó la Gran Recesión– convirtió en un arte casi abstracto. «Si usted cree que me ha entendido es que no me he explicado bien», llegó a decir en una ocasión y las bolsas del mundo entero reaccionaron bien.

Lagarde, más impresionista, defraudó la semana pasada cuando explicó las primeras medidas del BCE –correctas según los expertos– para hacer frente al coronavirus. Anunció fondos por 300.000 millones de euros pero, neófita con el lenguaje de mercados y bancos centrales, patinó, los mercados titubearon y fueron precisas aclaraciones posteriores. En la medianoche del jueves, con premeditación y nocturnidad, Lagarde y el BCE se olvidaron de matices y pronunciaron las palabras mágicas: «El BCE hará todo lo que sea necesario», mientras anunciaban el Programa de Compras de Emergencia frente a la Pandemia (PEPP, por sus siglas en inglés), dotado con otros 750.000 millones de euros. En total, más de un billón contra el virus.

El BCE, que ha establecido dos turnos quincenales de guardia entre los miembros de su consejo, tomó la decisión por teleconferencia y, esta vez, dejó claro que desplegaba –y que utilizará– toda una batería de misiles monetarios. Las primas de riesgo, claves para que los países se financien, reaccionaron y la española bajó ayer un 25%. El BCE repartirá en 2020 esa cantidad entre sus miembros, más o menos en el porcentaje que cada Estado participa en el capital del BCE. Significa que a España le pueden llegar un 9,68% del total, es decir, unos 100.000 millones de euros, casi el 10% del PIB. Rafael Domenech, responsable de Análisis Económico del BBVA, considera esencial «evitar la destrucción del tejido productivo». No es que haya una guerra, es incluso peor, porque en las guerras, como apunta Luis Garicano, el cerebro económico de C’s, no se cierran las fábricas, ni las tiendas, ni los restaurantes. El BCE debía ser contundente, incluso con premeditación, alevosía y nocturnidad, y lo ha sido. La solución, quizá no sea la que más gusta a Iglesias y Abascal, pero está en Europa.