Opinión
La hormiga y la cigarra otra vez
Yolanda Díaz, ministra de Trabajo, presume de comunista y de cómo, de niña, conoció en su casa a Santiago Carrillo, que visitaba con frecuencia a su padre, un histórico sindicalista gallego. La ministra anhelaba derogar la reforma laboral de un plumazo pero tropezó con la legalidad. El «Estado de Alarma» le ha permitido deshacer, de forma temporal por ahora, parte de esa reforma. No ha prohibido el despido, como los voceros podemitas intentan hacer creer a su clientela, pero lo dificulta y encarece, mientras los empresarios se consideran burlados. Con Antonio Garamendi al frente, creían –no sin críticas internas– que existía un diálogo fluido con Sánchez. Ahora se sienten burlados. Nadia Calviño no era partidaria, pero se ha impuesto la histeria que avanzaba en la Moncloa al mismo ritmo que aumentaban los ERTE y las previsiones de paro, que ya hablan de cinco millones de desempleados a finales de 2020.
El Gobierno, en clave intervencionista, intentaba detener la sangría del empleo, mientras Holanda y Alemania daban un portazo al intento de España, Italia, Francia y otros países de implantar «coronabonos», una forma solidaria de compartir con deuda las consecuencias de la pandemia. «Mi parlamento no los aprobaría», sentenció Merkel, cuyo partido empieza a obtener réditos –en intención de voto– de su gestión de la crisis, algo que envidiarán Sánchez e Iglesias, porque habrá un día después. La teórica prohibición del despido y el confinamiento retribuido, anunciado ayer por el presidente en otra prolija aparición televisiva, pueden ser hasta cierto punto populares. Antonio Costa, primer ministro portugués, tildó de «repugnante» la acusación holandesa de que los países del Sur no han saneado sus cuentas. La Unión Europea, por razones de supervivencia, tendrá que ayudar a los países con más problemas. Intentarán poner condiciones, incluidas bajadas de pensiones y, en cualquier caso, Italia y España quedarán estigmatizadas. Hay egoísmo, es cierto, en los países del norte, pero también es obvio que los del sur no han aprovechado los años en los que como presumía el Gobierno, la economía española era la que más crecía de Europa. Recuerda a aquello de Zapatero de que España jugaba en la «champions» de la economía. Vuelve sin embargo, la fábula de la hormiga y la cigarra, en donde España es la cigarra, mientras Yolanda Díaz repasa las veces en las que lo provisional se convirtió en definitivo.
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