Opinión

Las amistades peligrosas

Estamos en el tercer mes d.c (después del coronavirus). Toda España está ocupada en hacerle frente a la pandemia… ¿Toda? ¡No! Un grupo de políticos simpatizantes con el independentismo catalán continúa mareando la perdiz enfrentándose a la mosca cojonera del Supremo que no solo les niega a los presos del procés la posibilidad de pasar el confinamiento al calorcito de sus hogares sino que advierte que si las juntas de tratamiento deciden lo contrario podrán incurrir en prevaricación. No creo que a nadie le extrañe que quienes ahora pretenden que Pedro Sánchez se sume a esta protesta que han llevado hasta Europa, como si Europa no tuviera otras preocupaciones, sean sus propios «socios» de ERC, el Grupo Confederal de la Izquierda Unitaria y algún que otro socialista que, como Iceta, simpatiza con la causa de los políticos condenados. Por si al presidente no le estuvieran creciendo los enanos a medida que vamos descubriendo la nefasta gestión de su gobierno en toda esta crisis, ahora sus «amigos» le ponen en el brete de tener que postularse en algo que a los demás nos trae al pairo pero que para él no deja de ser otro dolor de muelas. Es obvio que no se puede sumar a esta pataleta, pero si se pone claramente de parte del Supremo la espada de Damocles que pende sobre su cabeza desde que optó por las amistades peligrosas puede terminar cayéndole en toda la testa. Será interesante ver cómo lo soluciona Redondo, que es al final quien pergeñará una estrategia para que parezca que sí pero que no mientras Sánchez se dedica a alegrarse de que los niños españoles se laven las manos más que nunca, quizá con la esperanza de que, a base de practicar, alguno de ellos desarrolle vocación de político.