Opinión
Los pactos de la mona de Tetuán
José Félix Tezanos fue, allá por los años 8o y 90 del siglo pasado, el gurú demoscópico en la sombra de Alfonso Guerra, cuando el entonces número dos del PSOE tenía fama de olfatear muy bien los escenarios electorales. Muchos años después, colocado al frente del CIS por Pedro Sánchez, Tezanos vuelve a trabajar para que sea verdad aquello de la profecía autocumplida. Guerra, sin duda, no está de acuerdo, pero los históricos del PSOE –incluido Felipe González– no son más que retratos colgados en una pared para el inquilino de la Moncloa. Tezanos, sobrado de oficio y de desfachatez, ha servido una vez más el menú que desean el presidente del Gobierno y su equipo, con el estramboque –sin duda muy del agrado del leninismo digital de Iglesias– de preguntar a la gente si sería partidaria de prohibir las informaciones poco fundamentadas, para el inquilino de la Moncloa y sus ministros, claro. Solo plantearlo es un atentado obvio a la libertad de expresión que, si hubiera ocurrido con un Gobierno que no fuera del PSOE, hubiera ensordecido un país hibernado con una cacerolada histórica.
Tezanos, al conceder la mejor valoración a Sánchez, ha reafirmado a Iván Redondo en su teoría de que hay que ocupar espacio y, sobre todo, minutos de televisión, lo que augura la enésima y plúmbea homilía de fin de semana, con la mayoría del país rehén ante el telediario. El día que la minístra Celaá anunció lo más parecido a un aprobado general que se pueda imaginar –que ha hecho recelar a magistrados del Constitucional y del Supremo, sin que eso signifique nada más–, el inefable Tezanos también le dio munición a Sánchez para que siga con la cantinela propuesta de unos pactos, que ni quiere ni puede detallar. Solo una estrategia para deslegitimar a sus adversarios del centro derecha. Los nuevos Pactos de la Moncloa tienen mucho en común con los «coronabonos», porque «el no rotundo tiene una sólida justificación político-económica, pero emocionalmente es funesto». Lo explica Norbert Röttgen, el más probable sucesor de Angela Merkel. Sánchez, sin embargo, con la coartada de Tezanos, insistirá, aunque no tenga intención de bajar al detalle de unos acuerdos, que corren el riesgo de ser, los pactos de la calderoniana mona de Tetuán, invocada por el poeta Pere Gimferrer, para describir al Parlamento, porque «habla mucho para no decir nada». Quizá como Sánchez, acaso preocupado, como Iglesias, con la información crítica, pero feliz con titulares, como ese de Enric Juliana, por ejemplo, que apunta que «los ataques frontales cohesionan al Gobierno».
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