Opinión

Iglesias y el síndrome Varoufakis

Pedro Sánchez tiene más en común con Mariano Rajoy de lo que podría parecer. Es tan previsible como le gustaba presumir a su predecesor, aunque luego lo fuera menos. El inquilino de la Moncloa, por ejemplo, no falla a su homilía televisiva de fin de semana, convencido, como también Iglesias de que lo más importante –para los votos presentes y futuros- es ocupar tiempo en televisión. Al mismo tiempo, desconcierta a partidarios y detractores con el teórico idilio/pugna que mantiene con el líder de Unidas Podemos y que, algún día, tendrá un desenlace abrupto. El objetivo de Sánchez es mantener el poder y hará lo que tenga que hacer, incluso desprenderse de Iglesias, salvo que su adversario decida antes –en 2021, por ejemplo– que le conviene romper la relación, a pesar de los éxitos y cuotas de poder que parece acumular en plena crisis del Covid-19. El presidente del Gobierno, no obstante, es consciente de que a medio plazo solo puede quedar uno, él mismo o Iglesias.

Pedro Sánchez, como también Pablo Casado, sabe que en España un terremoto como la pandemia actual solo se puede gestionar –no quiere decir que bien– con la izquierda, también la más radical, en el poder. La mayoría de las medidas adoptadas, como el confinamiento, habrían sido imposibles con Iglesias fuera del Gobierno y simplemente impensables con Rajoy o con Casado en la Moncloa. El líder de los morados, fuera del Consejo de Ministros, no hubiera dudado en incendiar las calles por el recorte de derechos y en defensa de una política más radical que la que impulsa y que Sánchez, en parte, le tolera por ahora. El PSOE en la oposición, por su parte, también se lo hubiera puesto casi imposible a un Gobierno del PP.

Sánchez, que solo quiere seguir en el poder, es más consciente que su rival en el Gobierno de que la crisis económica puede llevarles al desastre y mira a Europa en donde el alemán Schäuble recuerda que «incluso en las crisis hay que evitar las políticas económicas erróneas y hacer lo correcto». No le importa, pero sí atiende cuando le indican –como detecta Javier Ybarra– que el griego Varoufakis quiso romper las reglas, como ahora Iglesias, y que la Unión Europea –que tiene la llave de la caja del dinero que necesita España– lo impidió. Ahí está el ejemplo, Tsipras siguió varios años al frente del Gobierno en Grecia, mientras Varoufakis, hasta ahora, se dedicaba a dar conferencias, que es el destino que Sánchez sueña para Iglesias, porque no se fía.