Opinión
Aquel idilio Ángela-Mariano
Está escrito. Sin ir más lejos, en este mismo periódico, el 22 de enero. El Banco de España, en las Cuentas Financieras de la Economía Española del tercer trimestre de 2019, incluía el dato –en medio de ingentes cifras estadísticas– de que el déficit público, medido como saldo de operaciones netas, se había disparado hasta el 2,9% en los nueve primeros meses del año pasado, lo que auguraba que no sería muy inferior al final del ejercicio. La institución que gobierna Pablo Hernández de Cos eludió comentar o destacar la cifra. La ministra de Hacienda, María Jesús Montero, que todavía defendía que el déficit apenas superaría el 2%, ni se inmutó. Varios expertos –contados– lo advirtieron. El cronista que firma estas líneas avanzó en este diario que el déficit rondaría el 2,9%. El Gobierno apuró los plazos y, al final, admitió números rojos del 2,6%, muy por encima de las previsiones y, sobre todo, muy lejos de lo pactado con la Unión Europea (UE). El martes, Eurostat –la oficina estadística europea–, asestó un varapalo al Gobierno de Sánchez al certificar que el défícit alcanzó el 2,82%. La enmienda de Eurostat llega en el peor momento. Coincide con la Cumbre Europea convocada para poner en marcha un plan de reconstrucción tras el Covid-19 y vuelve a horadar la credibilidad española ante los halcones del Norte, a quiénes se da munición para dudar de la fiabilidad sureña.
La «vice» Nadia Calviño, perita en las cañerías de la UE, ha trabajado a fondo para que la propuesta española de un plan de 1,5 billones de euros sea, al menos, considerado. No saldrá adelante como sueña Sánchez, pero habrá dinero, aunque haya que devolverlo, que es lo que quería evitar el inquilino de La Moncloa, que aspiraba a pagar solo intereses. Todo depende, como en la Gran Recesión, de Ángela Merkel, que habría enviado un mensaje de que en la Europa del euro chirría que Iglesias tenga tanta influencia en el Gobierno y no se tienda de verdad la mano a Casado para un pacto. Explicaría la mínima cesión de Sánchez al PP de que todo se haga en el Parlamento, aunque luego quede en agua de borrajas. Merkel vuelve a ser decisiva para España, pero Sánchez carece de una ventaja que tenía Rajoy. La canciller sentía cariño y una cierta atracción –platónica– por el ex-presidente, hasta el extremo de que Viri –la mujer de Rajoy– preguntó en broma por el asunto. Merkel, al final, cedió y salvó a España en 2012. Ahora encara la misma tesitura. Hará lo que deba hacer para salvar a la UE, lo que incluye a España, pero la relación con Sánchez no es como el idilio con Rajoy. Está escrito.
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