Opinión

Albino Luciani

La noche del 27 de septiembre de 1978 murió de un fulminante ataque cardíaco Albino Luciani elegido papa el 26 de agosto. La noticia de su muerte sobrecogió al mundo porque había reinado sólo 33 días. Su entorno y el Vaticano cometieron una serie de enormes errores de comunicación al no querer reconocer que había sido una religiosa la que descubrió el cadáver en su dormitorio e impedir que se hiciera la autopsia.

En consecuencia se tejió una leyenda según la cual una conspiración de monseñores corruptos y banqueros mafiosos había envenenado al Pontífice. Esa fue la tesis del periodista inglés David Yallop en su libro «En nombre de Dios». Años después otro periodista invitado por el Vaticano John Cornwell intentó, con escasa fortuna, restablecer la verdad en su libro «Un ladrón en la noche».

Hoy ningún historiador serio se atrevería a defender la tesis del complot asesino pero lo cierto es que la memoria de Juan Pablo I ha sido empapada por esa mentira. Francisco ha querido ahora blanquear la figura y el pensamiento de su predecesor y ha creado una Fundación con ese objetivo poniendo a su frente al Secretario de Estado Cardenal Parolin.

En una artículo publicado en «L’ Osservatore Romano» el cardenal afirma que «Albino Luciani fue un pastor cercano a la gente, centrado sobre lo esencial de la fe y con una extraordinaria sensibilidad social. Proximidad, humildad, sencillez, insistencia sobre la misericordia de Dios , amor al prójimo y solidaridad son sus trazos más salientes». La buena gente, intuitivamente le bautizó como «el Papa de la sonrisa». De él escribió el Cardenal Tarancón: «Juan Pablo I con su sonrisa alegre y esperanzada ha levantado el ánimo de muchos en los primeros momentos de su pontificado».