Opinión

A contrapelo

Me impresionan los que se definen como anticapitalistas, antifascistas, anticarnívoros y antimachistas. Mucho ¿no? No sé yo si para oponerse al fascismo, exigir que no se descontrole la codicia o asegurar la igualdad de las mujeres hace falta tanta alharaca. Con llevar a nuestra vida unas cuantas actitudes sensatas, verdaderamente eficaces, y no recurrir a tanta gesticulación y propaganda personal, me parece que se conseguirían mas resultados. Ser anti-algo por definición me parece muy poco humano. Comportarme a contrapelo nunca me ha parecido interesante. Precisamente, una de las características de la vida y del comportamiento biológico de la naturaleza es su orientación hacia la prodigalidad. Así que esperar que pasen cosas para definirse como contrario a ellas me parece de una estolidez, de una visión tan enjuta de la vida, que me trae inmediatamente a la mente la imagen de un equino con anteojeras. Reaccionar en contra de algo es una característica de base del pensamiento reaccionario. Pero el pensamiento reaccionario es mucho más complejo luego en su administración de las conclusiones de esas causas y efectos. Los anti-lo-que-sea se quedan en el primer escalón del pensamiento reaccionario y eso ya les resulta suficiente para sus propósitos, que no son otros que encontrar una identidad. Porque aseguran «ser» anticapitalistas o anticarnívoros y así se sienten confortados, encontrando una visión de sí mismos basada en estar con los supuestos buenos. Pero, más que «ser», se puede decir que «están» antifascistas o anticarnívoros. Porque la vida es variada, un día puedes levantarte sin ganas de comer carne y otro día puedes estar hambriento y llegar hasta ti el delicioso perfume de un lechazo recién sacado del horno. Yo estoy seguro de que, en el segundo caso, cualquiera se levantará menos anticarnívoro ese día que el primero. En otra ocasión valdrá la pena comentar cómo los antifas compran todo el paquete completo sin matizar. Como si fuera lo mismo gasear un israelita que comerse un pollo a la plancha. Y la base ética es diferente. La única manera de equipararla hubiera sido que los nazis fueran obligados a comerse a cada ciudadano judío que asesinaban.