Famosos
Vidas ajenas
Los veranos suelen proporcionar noticias gossip y la gente, en general, goza con ellas. Muchos gustan de vivir vidas ajenas aunque sean desafortunadas. Este verano tenemos servida en bandeja la gran revelación del alejamiento de una pareja perfecta, con unos físicos perfectos, con una economía perfecta. Eso visto desde fuera, pero todos, sin excepción, tenemos nuestras crisis, nuestras tristezas, nuestras miserias en definitiva, y el maestro Enrique y la bella Paloma no son excepción.
Se ha producido la separación entre dos que eran sinónimo de armonía, de orden y de imagen exquisita tanto por la elegancia de ella como por la de él a la hora de afrontar una faena con un toro delante, y si bien en otro tiempo ser matador era sinónimo de seductor -y no podemos dejar de nombrar a Luis Miguel como máximo exponente-, no era este el caso de Ponce, imagen de padre amantísimo y marido ideal. En estos días han corrido ríos de tinta, y gentes indocumentadas de quienes lamento -y mucho-, no decir el nombre, han escrito sobre esta ruptura pretendiendo conocer a la pareja y gozar de una amistad estrecha, cuando sus contactos han sido tan casuales como breves y eventuales.
Escribir a la ligera y decir cualquier cosa es fácil y está tolerado, algo que parece increíble pero nada más cierto que atribuir al famoso frases que nunca se han pronunciado y circunstancias que jamás han acontecido. Se ha producido además una marcada división de opiniones en cuanto al repentino noviazgo de él con una muchachita hasta ahora desconocida y actualmente perseguida a todas horas para lograr datos sobre su joven, esbelta y rubia persona. Y cuantos más y más polémicos esos comentarios, mejor. Entre tanto Paloma, con su actitud elegante y callada, como no podía ser de otra manera, observa con paciencia las fotos que los paparazzi van logrando del padre de sus hijos acompañado de la veinteañera con sus amigos veinteañeros haciendo planes acordes con ese veinteañerismo.
Cada día, en el mundo, se producen situaciones como esta en seres anónimos. Con esto quiero decir que la separación de Enrique y Paloma no es nada excepcional, salvo por un detalle: son personas públicas y no pasan inadvertidos a un hecho tan humano como es el desamor, porque ellos, tan guapos, tan atractivos y con una posición económica tan desahogada, no están libres de su inefable garra. Es hermoso observar esos matrimonios eternos que salvan todos los baches que la vida pone bajo sus pies y superan crisis y vicisitudes negativas, pero cuando se produce una grieta, un resquebrajamiento grande es muy difícil cualquier intento de sutura porque la cicatriz permanece.
Por eso, quienes somos neutrales, no podemos por menos que desear a ella un alivio pronto para su alma, que lo hallará refugiándose en el arropamiento de sus leales amigas. Y como no se puede en estos casos tomar partido por el uno o el otro, a él deseamos también fortuna en esta relación, que siempre es ilusionante enamorarse. Es, no sé, como una transfusión de sangre que revitaliza todo nuestro sistema emocional y biológico y nos hace sentir nuevos.
Nada hay como el amor, por eso, y aunque su situación afectiva y anímica no sea la mejor en estos difíciles momentos, deseo a Paloma que en algún momento, que no será este, a buen seguro, reciba la chispa de una ilusión, porque merece ser recompensada de este doloroso golpe que le acaba de dar la vida, porque una separación es un fracaso de dos, no de uno solo, y las culpas siempre van a medias.
Finalmente este hecho, cuando pase el tiempo y se pueda observar con perspectiva, no dejará de ser más cosa que una notica gossip de verano.
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