Opinión

Disfrutando la coalición

Sánchez ha convertido la palabra «disfrutar», de significado un poco dudoso, entre lo obsceno y lo nihilista, en una de sus grandes consignas políticas de lo que iba a ser la era post-covid. Así que, por mucho que se retrase la era post-covid, anda disfrutando, tras sus muchos desvelos, el palacio que le regaló un rey moro a Don Juan Carlos. Y mientras Sánchez disfruta, Pablo Iglesias, su vicepresidente, se agazapa tras sus lugartenientes-portavoces y, de vez en cuando, suda la gota gorda en laboriosos «hilos» de «tuits». Así intenta recomponer una figura política tras los escándalos que le salpican a él mismo y a su partido, imputado como lo fue en su día –injusta que es la vida– el PP. Para ser dos representantes de la «nueva» política, se reconocerá que estos ex jóvenes han sabido hacerse un buen sitio en lo que hasta hace poco llamaban vieja, la «vieja» política…

Claro que no con la misma suerte. Y es que si Sanchez tenía, según se ha encargado de explicarnos él mismo, muchas razones para disfrutar su regio palacio, más aún las tiene ahora, con su socio y compañero en una situación cada vez más precaria. Hubo un tiempo en que parecía que el presidente dependía de Iglesias. No fue nunca así, como demostró el reparto de carteras y el papel poco lucido que le correspondió a este durante el confinamiento. Ahora lo es menos que nunca. Las últimas elecciones autonómicas han demostrado que Podemos empieza a parecer cosa de otros tiempos. Y los escándalos de su caudillo le colocan en una situación delicada. Es difícil seguir manteniendo el discurso populista reivindicativo en estas circunstancias, y más difícil aún es que alcance alguna credibilidad. Sobre todo –paradójicamente– en circunstancias tan críticas como las que se avecinan. Habrá que ver a quién le gritan ahora los podemitas eso de «No nos representan». Y habrá que ver a quién representan ellos mismos, como no sea a un núcleo cada vez más reducido de alternativos peronistas de observancia verstrynge-populista. Una cosa demasiado rara y marginal, incluso para estos tiempos.

Es verdad que Sánchez no las va a tener todas consigo. A Iglesias se le va complicando y ensombreciendo más y más, cada día que pasa, el personaje de caudillo fascista, mucho más que marxista, que ha ido elaborando. Acoplada esta deriva anacrónica y exótica a la decadencia de su grupo, el personaje resulta imprevisible. No resulta fácil que se salga del carril porque se ha acostumbrado, y le gustan, los privilegios del poder, como demuestra el tono entre profesoral y vicepresidencial de sus últimos «tuits». Pero no hay que descartar nada. Y en la delicada situación en la que se va a encontrar Sánchez para conseguir las ingentes cantidades de dinero que va a necesitar para seguir disfrutando, las salidas de tono de su socio resultan peligrosas.

Tampoco se sabe hasta qué punto comprometerán al propio Sánchez. Hasta el momento, Sánchez ha conseguido podemizar al PSOE y superar lo que parecía imparable decadencia socialista. A largo plazo, sin embargo, la sociedad PSOE-Podemos acabará siendo letal para la izquierda. Dentro de un tiempo, es posible que Sánchez se vea obligado a buscar otros aliados, sin que eso signifique a la fuerza un cambio en su gran proyecto que coincide, en el fondo, con el de su socio. Las elites españolas han alcanzado tal grado de inopia que se lo agradecerán, como si fuera una demostración de moderación. Entonces, superada la etapa del «disfrute», se escucharán las carcajadas de Sánchez más allá de las Islas Canarias. Por ahora, continuidad garantizada.