Opinión
Desde mí
Saludos de nuevo, queridos lectores. Después de meses de pandemia, que no ha cesado, regreso a esta ventana desde la que observo el mundo y me dejo mirar. Es difícil hablar de otra cosa que no sea eso, el virus, las mascarillas, los rebrotes, la incertidumbre, la tristeza o la carencia de verdades. Estamos mareados, muy mareados desde hace ya muchos meses con tantas noticias contradictoras, bulos, temores, pendencias entre políticos, opiniones sin fundamento, bocazas sentando cátedra… Hemos dejado de confiar y eso está provocando esta oleada de negacionismo. Es insoportable. De modo que yo desde aquí no daré estrictas opiniones. Yo, después de darle unas cuantas vueltas, creo que es preferible hablar desde la experiencia. Escribir sobre qué y cómo estoy viviendo esta guerra inesperada. Pensaba, o quizá sentía, que cuando pasara el confinamiento y la desescalada, se acabaría una parte tremenda de soportar: el temor a la enfermedad y la muerte. Comenzaría entonces la batalla por remontar psíquica y económicamente. Para mí el pico era la meseta desde la que había que escalar. Pero, tristemente, no ha sido así. Después de mucho tiempo apresados, volvimos a las calles pensando que las mascarillas y geles serían una secuela nada más. Comenzamos a hacer planes, a convencernos que lo haríamos mejor que antes, a sentir que habíamos aprendido algo. Bueno, eso creía yo. Y de pronto todo vuelve a ser una amenaza. Ver la tele se convierte en sobresalto. Todo apunta, dicen, a lo peor. Y me vislumbro de nuevo apresada en casa sin presencias. Con los teatros cerrados, que es mi vida cerrada. Entonces, me tiro a la calle a pasear y me olvido del virus. Me quito la máscara y abrazo a mi perra.
✕
Accede a tu cuenta para comentar