Opinión

Autónomos matter

Entre 1467 y 1470, antes de trabajar para Isabel la Católica, Cristóbal Colón navegó con una patente de corso del conde de Provenza, René D’Anjou, protegiendo los convoyes que cubrían la ruta entre Génova y Flandes. Es un hecho documentado. No está ya tan perfectamente demostrado (aunque varios historiadores lo sostienen) que también, unos años antes, cuando era joven, habría realizado algunas incursiones marítimas como pirata al lado del navegante italiano Vincenzo Colombo y también junto al bretón Jean Cotelen, con el que navegó por los mares de Bretaña y por el mar del Norte.

Diferenciemos en primer lugar lo que era patente de corso de lo que se llamaba piratería. El corsario trabajaba con autorización de alguna de las coronas de la época y, a cambio de esa autorización, se comprometía a darle al poder una comisión de los beneficios que consiguiera en su tarea. El pirata, en cambio, trabajaba por su cuenta y riesgo. El joven Cristóbal, cuando se quedó en el paro, lo que hizo fue ingresar en la economía sumergida de los lobos de mar. O sea que, en cierto modo, se puede afirmar que los primeros autónomos del mundo fueron los piratas medievales.

Antes de que tengamos que volver a izar la bandera de la calavera y las tibias cruzadas en nuestras pequeñas tiendas, nuestros utilitarios y nuestros chalés adosados, valdría la pena recordarle al poder que, a poco que se preocupe de nosotros, todos los navegantes preferiríamos ser corsarios que bucaneros. Lo pensé viendo un telediario reciente de la Uno –nuestra principal emisora pública– que dedicó el otro día un amplio espacio, en las noticias de la hora de la cena, al lejano Black Lives Matter, mientras a la población nos preocupaba mucho más nuestros cercanos autónomos que se están viendo obligados a cerrar sus negocios. De nuestra Isla Tortuga particular hablaron muy poquito. Y no digo que no sea trágica la muerte de George Floyd (aunque el chico por lo visto era un pieza), pero no comprendo muy bien por qué se convierte en héroes a esos que salen a protestar por la muerte de un ciudadano y, sin relación alguna, tiran estatuas de Colón o Cervantes. Aquellas vidas negras importan, pero nuestros autónomos también.