Opinión

El día de la reinvención del dinero

John Kenneth Galbraith, desaparecido economista canadiense-americano, consejero del presidente John F. Kennedy, siempre tan polémico como buen divulgador de la economía, solía provocar cuando afirmaba que «el proceso mediante el que los bancos crean dinero es tan sencillo que repugna a la inteligencia». Ayer, Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal (FED) –Banco Central de los Estados Unidos, equivalente al Banco Central Europeo–, volvió a reinventar el dinero en la remota localidad de Jackson Hole (Wyoming) en la conferencia anual –en este caso virtual– que suele congregar por estas fechas a los principales banqueros centrales del mundo. Powell, nombrado por Trump, pero con un mandato independiente –no está obligado a seguir sus dictados, ni tan siquiera sus sugerencias–, anunció que la FED mantendrá bajos los tipos de interés aunque la inflación supere «moderadamente» el 2%. Todo para apuntalar la economía y sobre todo el empleo, porque «un mercado laboral robusto no es posible sin inflación», dijo Powell. Es algo que firmarían los demócratas de Biden, pero que también le conviene a Trump, que ha tenido más que diferencias con Powell y que no ha dejado de reclamar estímulos monetarios.

La decisión del presidente de la FED tiene repercusión mundial –incluidas las economías domésticas– y facilita que en Europa el BCE siga con el experimento de los tipos de interés negativos, que nadie sabe cómo terminará. La fórmula es sencilla. Los bancos centrales fabrican más dinero –en billetes o con anotaciones en cuenta– y lo ponen a disposición de los bancos comerciales que, al conceder crédito, lo multiplican. Un depósito de 100 dólares/euros permite prestar varias veces esa cantidad y tanto el depositario como los prestatarios tienen su dinero, dinero real, creado de la nada. El tipo de interés es el precio del dinero, ahora cero o negativo. La teoría dice que la demanda apunta al infinito cuando el precio tiende a cero, que el exceso de dinero genera inflación y que la inflación deviene en paro. Ahora, tras la Gran Recesión y con la Covid-19, no ha ocurrido. Galbraith, que nunca obtuvo el premio Nobel de economía, era capaz de justificar casi todo: «Donde funciona el mercado, estoy a favor. Donde el Gobierno es necesario, yo estoy a favor». Ahora, Powell reinventa el dinero y empuja a la economía hacia lo desconocido. Nadie garantiza el éxito, pero algunos recuerdan al poeta Hölderling: «Allí donde anima el peligro, crece también la salvación». El problema es resolver la aporía del dinero sin precio. Tiempos nuevos.