
Opinión
Las expectativas
Considerar que se ha alcanzado el éxito en algo depende en gran medida de las expectativas. Por ejemplo, en mi caso, dada la vida loca que llevé de joven, se puede afirmar rotundamente que es un éxito haber pasado por este valle de lágrimas sin pisar la cárcel. También, si atendemos a las características fisonómicas de mi semblante y expresión, puede considerarse un éxito mayúsculo y sorprendente que consiguiera aparearme (de la manera más ortodoxa y repetidas veces a lo largo de mi vida) con esta cara. Como ven, en la existencia humana, el concepto de éxito depende totalmente de las expectativas.
Por eso, cabe preguntarse por el tipo de esperanzas que estamos depositando en la tan deseada vacuna del coronavirus. Si deseamos que el día que aparezca sea un verdadero éxito, lo primero que tendríamos que modular son nuestras propias expectativas. Cuando, Oxford, el Imperial College, los rusos o los chinos den con ella (a los americanos los dejo ya por imposibles) no debemos pretender que la vacuna haga desaparecer la desdicha de la faz de la tierra, ni que nos vaya a devolver la salud a todos de una manera automática. La vacuna no arreglará la desastrosa situación económica en la que el parón de la actividad económica nos habrá dejado. Tampoco evitará que durante cierto tiempo tengamos que seguir tomando precauciones para que no se extienda el fácil contagio a zonas desprotegidas. Y, sobre todo, la vacuna nos protegerá, pero no rebañará las heridas, no dejará caer bálsamo sobre ellas. Simplemente detendrá una situación (lo cual ya es mucho) pero el terreno perdido, lo que dejamos por el camino, los jirones de vidas, saludes, trabajos, esfuerzos y negocios, eso no nos lo podrá devolver nadie. Ni el mejor laboratorio del mundo podría hacerlo.
Teniendo clara esa premisa, será más difícil que desfallezcamos en los momentos de esfuerzo que se avecinan. Para la resistencia continuada, no hay nada peor que las expectativas exageradas o las ilusiones sin fundamento. Cuando el resultado decepciona, nos venimos abajo y bajamos los brazos. Partamos mejor de unas expectativas modestas y todo lo que venga de más será una hermosa propina.
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