Opinión
¡Libertad!
Confieso preocupación por dos sensaciones antagónicas: por un lado, el confinamiento creó en mí (y creo que también en una gran mayoría de la población) cierta aversión a las pantallas, pero por el otro, algo muy preocupante a lo que poner remedio, me veo incapaz de prescindir de comprobar si llega un WhatsApp, un correo electrónico, mensajes a través de mi web, saber el tiempo que hará, poner música, seguir una rutina deportiva, ver un videoclip, buscar información… y, lo peor, perder el tiempo (y la noción del mismo) buceando en las redes sociales de personas que, con total honestidad y sin ánimo de ofender, ni me aportan ni me importan en absoluto (salvo historias inspiradoras de las que siempre extraemos un rayo de luz). Esto me preocupa especialmente desde que he visto el revolucionario, inquietante y revelador documental: «El dilema de las redes». Sus explicaciones confirman lo que llevamos tiempo denunciando: existe una feroz voluntad de convertirnos en adictos a las redes, con la intención de utilizarnos.
La ley va siempre por detrás y, en lugar de proteger a los usuarios, protege a esas grandes empresas tecnológicas, ya que mira por sus derechos y privilegios, cuando ya son increíblemente ricas. Las grandes empresas utilizan la inteligencia artificial para dirigir nuestra atención hacia lo que a ellas les interesa. Y cuanto más tiempo estemos buceando en esas redes, más rentables somos. El interés por el bien común, el interés de los países, de los ciudadanos, tiene que estar por encima de esas empresas que están teniendo unos beneficios históricos a costa de los usuarios de Internet. Es un mercado que si bien ha crecido exponencialmente en muy poco tiempo, va en contra de la libertad de los ciudadanos, porque genera en ellos dependencia. Existe un abuso y una manipulación invisible que hay que frenar.
Algunos lo comparan con el mercado de los órganos humanos o la esclavitud, por las consecuencias autodestructivas que pueden llegar a tener la adicción que generan las redes sociales. A lo que verdaderamente debemos prestar atención es a vivir nuestra vida según nuestros valores y nuestros objetivos.Para nuestra libertad: desactivemos las notificaciones. Por algo se empieza.
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