Opinión
Efectos colaterales
El juez de la Audiencia acusa al vicepresidente Iglesias de cuatro delitos, pero el presidente Sánchez asegura que no está preocupado. La Justicia rechaza el cierre de Madrid ordenado por el ministro Illa, dando la razón a la presidente Isabel Díaz Ayuso, pero el presidente Sánchez dice que no pasa nada. Sin embargo, estas decisiones judiciales contra la mentira y la arbitrariedad del poder se parecen a las piedras lanzadas a la serena superficie de un lago. Las ondas concéntricas alteran la placidez del agua y llegan lejos de forma incontenible. Hoy el Gobierno de Pedro Sánchez está menos seguro que ayer, pero más seguro que mañana. Sin embargo, el presidente no está preocupado.
Lo del «caso Dina» (o como se llame) tiene efectos colaterales evidentes. Por lo pronto, la estruendosa noticia, con la enérgica decisión del juez García-Castellón, ha desplazado y deslucido la puesta en escena del Plan de Recuperación, un acto de propaganda cuidadosamente preparado. Ha sido una faena, pensará el presidente Sánchez, pero no le preocupa demasiado. Lo peor es que debilita irreparablemente al Gobierno de coalición y deja sin pólvora a la comisión parlamentaria del «caso Kitchen» (o como se llame), a la vez que proporciona abundante munición gratis a la moción de censura.
La larga pugna de Pablo Iglesias con el Poder Judicial se pone ahora a prueba. Todo el mundo está pendiente del Tribunal Supremo. A ver qué hacen los jueces. A ver qué hace la Fiscalía. El delicado asunto pone a prueba la imparcialidad de Delgado, ex ministra de Justicia y fiscal general. ¿Se abstendrá de intervenir por estar «contaminada»? Dice Iglesias que, si lo procesan, «será una vulneración del derecho sin parangón». El hombre actúa en legítima defensa. Lo peor es que el juez le acusa de mentir, de intentar engañarlo. Está, pues, en juego su fiabilidad. Pero eso al presidente Sánchez no le preocupa, según dice.
Hay otros efectos colaterales. Esto tensiona aún más la vida pública en un momento que exigía sosiego y colaboración; amenaza con radicalizar la posición de Podemos con las instituciones del Estado, excita el enfrentamiento de sus dirigentes con los medios de comunicación críticos y, en fin, atiza el fuego del descontento y las divisiones en el partido podemita, donde hace tiempo que aflora el malestar con el líder supremo. Pero no pasa nada. El presidente Sánchez asegura que no está preocupado.
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