Opinión
Otra vez el pacto cobarde de Toledo
Rodolfo Martín Villa (Santa María del Páramo, León, 1934), con experiencia de componedor desde sus años de jefe del SEU (Sindicato Español Universitario), logró aunar las voluntades necesarias para alumbrar en 1995 el llamado Pacto de Toledo que, en teoría, sentaba las bases para hallar una solución al futuro de las pensiones. El acuerdo, cobarde, en la práctica consistía sobre todo en apartar del debate político un asunto tan envenenado como el de las pensiones. Aquello fue, en el lenguaje del rugby –deporte de contacto poco recomendable en épocas de pandemia–, una patada hacia adelante, una jugada que otros negociadores utilizarían varias veces desde entonces. El Pacto de Toledo ha sido invocado, con frecuencia, como el gran remedio y, casi casi, como la panacea universal para garantizar una jubilación digna a generaciones de españoles. Falso. Un cuarto de siglo después de ser aprobado, con pompa y circunstancia en el Congreso de los Diputados, con el apoyo entusiasta de los partidos de entonces –PSOE, PP y nacionalistas–, los números no engañan. El sistema de pensiones arrastra, en los últimos años, déficits superiores 15.000 millones, que en 2021 serán 45.000. En total, más de 100.000 desde la última crisis. En cristiano, el sistema está quebrado y tampoco satisface las expectativas de los ciudadanos. Hoy, con toda probabilidad, una comisión del Congreso aprobará una actualización del Pacto de Toledo, no menos cobarde que el original y también con consenso mayoritario entre los partidos actuales. La revisión del Pacto quiere evitar disputas políticas y enmascara el problema de fondo con ajustes técnicos, con la excusa de que unos gastos corresponden a la Seguridad Social y otros a Hacienda, pero no garantiza las pensiones ni su cuantía. El problema es enrevesado, porque los pensionistas, presentes y futuros, reclaman pensiones mejores y los recursos son los que son, escasos y con un horizonte sombrío. No hay soluciones fáciles y algunas son diabólicas, pero repetir la patada hacia adelante con unos ajustes mínimos, es insistir en una fórmula fracasada y cobarde.
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