Opinión

«En un viejo país ineficiente...»

María Jesús Montero, ministra de Hacienda y Portavoz del Gobierno, con un par de tacones bien puestos, ya sea para lidiar con la tropa de Iglesias y sus exigencias de todavía más gasto o con la oposición cuando intenta acorralarla, desborda también una vehemencia que, en ocasiones, le lleva una contienda desigual con la sintaxis. Es lo que justificaría, al socaire de un Estado de Alarma injustificable de seis meses, dijera que «la pandemia ya no es asunto suyo –de Pedro Sánchez–, sino de los presidentes autonómicos». Contaban en la Moncloa que, en la primera oleada de la Covid-19, cuando se decretó el primer gran confinamiento, Iglesias dudó y sopesó dejar el Gobierno para eludir un posible fracaso de la gestión de la pandemia. Fue un instante, pero ocurrió. Coincidió con los primeros «Aló presidente» de Sánchez, con los que esperaba lograr adhesiones espectaculares. Es otoño y Pablo Iglesias no dejará su poltrona ni con aguarrás, justo cuando el inquilino de la Moncloa, ante la previsión de complicaciones mayores, intenta lavarse las manos y les pasa la patata caliente de la pandemia a los presidentes autonómicos, que también se la juegan, aunque algunos tragarán con lo que sea, por que «sarna con gusto no pica», por mucho que sea falso. Sánchez, que lo calcula todo para seguir en la poltrona, quizá no ha calibrado que los pueblos, a veces, sobre todo en tiempos turbulentos, buscan liderazgos claros y que no perdonan a quienes eluden sus responsabilidades por temor a las consecuencias. El presidente, ahora, intenta terminar de resolver, con pactos tan cruzados como casi imposibles, el sudoku endiablado de unos Presupuestos que presumen de sociales pero que esconden perlas como que apenas destinan 140 millones de euros para los 1,1 millones de niños en riesgo de desnutrición, es decir, 143 euros por niño al año o la «asombrosa» cifra de 0,30 euros diarios. Al fondo, con la pandemia al alza, algaradas en las calles y Sánchez ausente, alguien recita «De vita beata», aquel poema de Jaime Gil de Biedma, maestro de la sintaxis, que principia «en un viejo país ineficiente…».