Opinión

La «larga marcha» a la recuperación

Gabriel Rufián (ERC), Arnaldo Otegui (Bildu) y Aitor Esteban (PNV), cada uno por sus motivos y con sus contraprestaciones en la buchaca, han permitido que Pedro Sánchez saque adelante sus primeros Presupuestos Generales. Con los acuerdos todavía calientes y las cuentas pendientes de la última tramitación rutinaria, ninguno de esos líderes nacionalistas-indepes, ni sus parlamentarios, acudirán a las celebraciones, el próximo día 6, del aniversario de la Constitución. Simplemente no va con ellos y, sobre todo, ERC y Bildu –lo del PNV es más complejo, porque es un partido conservador– lo que pretenden es su derogación de facto para construir su paraíso «indepe» y «social-comunista» extremo, porque Rufián ya ha explicado en alguna ocasión que para él ser «indepe» es una forma de ser –la única en Cataluña– radical de izquierdas. España no deja de ser un país tan extraño que tolera que parte de sus representantes electos desprecien, institucionalmente, la Constitución. Inimaginable en Francia, Alemania, Italia y, por supuesto en los Estados Unidos, con Trump y sin Trump.

Los Presupuestos que Sánchez aprobará con los esquiroles de la fiesta de la Constitución solo garantizan que el inquilino de la Moncloa y su poco de fiar vicepresidente, Pablo Iglesias, agoten la legislatura. La recuperación, no obstante, tardará en llegar. Lo explica, breve y claro, Jordi Sevilla. Ministro con Zapatero y uno de los primeros apoyos de Pedro Sánchez, Recibió el premio de presidir Red Eléctrica, pero cuando discrepó con su jefe monclovita fue fumigado. Recaló en la consultora Llorente y Cuenca –perejil de muchas salsas de la comunicación con el PSOE en la Moncloa–, en la que también trabajó Iván Redondo, y acaba de escribir un pequeño documento de título elocuente: «La vacuna no traerá una recuperación inmediata». Sevilla tan solo pone sordina a ciertos excesos de entusiasmo y advierte de que los Presupuestos «son muy tentativos, sujetos a la incertidumbre y los vaivenes de la pandemia». Es decir, queda una «larga marcha» hasta la recuperación. La de Mao duró 378 días; esta puede ser más larga.