Iglesia Católica
España, Nación Inmaculista
La identidad histórica de España es indisociable de la devoción Inmaculista, como reconociera el Papa hoy Beato Pío IX, tras proclamar el dogma de la Inmaculada Concepción el 8 de diciembre de 1854. Como soberano temporal de Roma, capital de los Estados Pontificios, ordenó erigir el monumento a la Inmaculada Concepción en la plaza de España, así denominada por la ubicación allí del Palacio de España, sede de nuestra embajada. Con ese gesto, el Papa reconocía a España por su permanente liderazgo entre las naciones para definir esa verdad de fe como «divinamente revelada».
Nuestra tradición Inmaculista se remonta al rey visigodo Wamba, quien en el XI Concilio de Toledo, se proclamó devoto de la «Purísima Concepción de María», inaugurando una larga estela de monarcas hispanos que le siguieron en esa devoción: Fernando III El Santo, Jaime I El Conquistador, Jaime II de Aragón… Los mismos Carlos I y Felipe II portaron el estandarte de la Inmaculada en las campañas militares –el milagro de Empel en 1585 marcará un hito–, y con Felipe IV desde 1644 el 8 de diciembre será fiesta solemne en los reinos y dominios hispanos.
En 1760, a petición de Carlos III, el Papa la proclamará patrona principal de España e Indias. Son igualmente innumerables las ciudades, instituciones académicas, castrenses, jurídicas y gremios que también la tienen por patrona. Así, san Juan Pablo II el 9 de noviembre de 1982, en su despedida en Santiago tras su gira de nueve días, aclamó: «¡Adios España, tierra de María!».
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