
Opinión
Cambio de rumbo
En amplias capas sociales
y políticas hay malestar y preocupación por lo que está pasando
aquí. No sólo en el mundo militar, donde observan con especial
atención y obligado silencio, salvo los retirados, los ataques
sistemáticos, consentidos o promovidos desde el Gobierno, al Rey,
la bandera y la unidad de España. La inquietud es cada vez más
perceptible en el mundo económico y en las instituciones europeas.
En los ambientes de la derecha suben de tono las alarmas; pero no se
quedan atrás los socialdemócratas del PSOE, cada vez más
convencidos de que Pedro Sánchez, con su alianza con UP, Bildu y ERC
para sobrevivir, está dilapidando o poniendo en serio riesgo la
herencia del partido centenario. No faltan los que promueven ya una
rebelión interna contra el “sanchismo”. Unos y otros coinciden
en que los aliados del presidente Sánchez pretenden, ya sin
disimulo, acabar, paso a paso, con el actual sistema constitucional,
empezando por la Monarquía, el liberalismo económico y la
estructura del Estado. Ese ánimo destructivo es la principal razón
de su apoyo a este Gobierno.
Es natural que, en esta
situación, se sueñe con un cambio de rumbo. La ocasión, piensan
los más optimistas, la facilitará la aprobación de los
Presupuestos, salvoconducto seguro para seguir en el poder hasta el
final de la legislatura. Sería el momento del giro al centro, con
una renovación a fondo del Gobierno, prescindiendo de los
incordiantes y peligrosos aliados actuales e incorporando al mismo,
si es preciso, a algún representante de Cs, antes de la extinción
de este partido. Esto, de paso, rompería la alianza de Arrimadas y
Casado en Ayuntamientos y Comunidades tan importantes como Madrid. Y,
por otro lado, la ausencia de Pablo Iglesias en el Gobierno y la
vuelta a la moderación facilitarían los pactos de Estado con el
Partido Popular y la recuperación, por fin, de la normalidad
política. El cambio sería muy bien acogido por los inversores y por
las instituciones europeas y en España tranquilizaría, sobre todo,
a La Zarzuela, a los históricos del PSOE y a las salas de banderas.
Sería la mejor vacuna contra el peligroso virus del pesimismo
nacional que ahora se extiende por todas partes y nos corroe por
dentro. A uno le dan ganas de recurrir a Hölderlin: “¡Que cambie
todo a fondo! (…) En el taller, en las casas, en las asambleas, en
los templos, ¡que cambie todo en todas partes!”
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