Opinión

Bermúdez Cañete, excelente economista, en proceso de beatificación, tras martirio

Un excelente economista español aparece en la relación de mártires para los que se ha iniciado un proceso de beatificación, ayer.

Bermúdez Cañete era un cordobés que había estudiado la carrera de Derecho y que, como le interesaba mucho la economía, intentó acercarse, infructuosamente, a Flores de Lemus. Dolido, pero comprendiendo esa reacción, decidió, al lograr una beca de la Junta de Ampliación de Estudios, ir a Alemania, donde, en Berlín, trabajó intensamente con Slieder, al mismo tiempo que se orientaba metodológicamente hacia el neohistoricismo; mas, sin despreciar otras direcciones, muy polémicas entonces, en economía. Pasó, a continuación, a Austria y allí trabajó con Spann, que más adelante fue perseguido por el nazismo; y, finalmente, se marchó a Inglaterra, donde tomó contacto con multitud de los grandes economistas que en Cambridge exponían en torno a 1930 interesantes planteamientos. De allí procede, nada menos, que su vinculación con Keynes.

Al regresar a España, a través de sus vinculaciones con Instituciones católicas, inició colaboraciones en el periódico El Debate, y también en la Revista Nacional de Economía, con largos artículos sobre economía. Al tiempo, decidió convertirse en funcionario público y, al crearse el Cuerpo de Técnicos Comerciales del Estado, ingresó en él de modo brillante, según me relató Piera Labra. A la llegada de la II República, el Ministro de Agricultura, Industria y Comercio era Marcelino Domingo. La ignorancia de éste en asuntos económicos era colosal. Por ejemplo, no se le había ocurrido otra cosa que, cuando todos los expertos señalaban que iba a recogerse una gran cosecha de trigo en España, decidir se importasen cantidades considerables de este cereal, de Argentina. Cuando llegó el cargamento a puertos españoles, naturalmente coincidió con la recogida de la prevista cosecha extraordinaria de trigo, en nuestro país. Automáticamente, se creó una depresión económica formidable, ampliada por decisiones laborales de Largo Caballero. Eran los tiempos, además, del hundimiento mundial de la Gran Depresión. Bermúdez Cañete expuso todo esto en El Debate, lo que encolerizó a Marcelino Domingo, decidido a no tolerar eso de uno de sus funcionarios. Así, le señaló, falsamente, como implicado en el intento del golpe de Estado del general Sanjurjo, lo expedientó y expulsó del cuerpo de Técnicos Comerciales del Estado.

Como consecuencia, decidió implicarse más en El Debate, donde le enviaron de corresponsal a Berlín. Eran los momentos en que aumentaba su peso el nacionalsocialismo. Interesaban muchísimo las crónicas que enviaba desde Berlín, donde se señalaba de qué modo era considerable este avance, hasta lograr el triunfo, de Hitler. Pero Bermúdez Cañete no ocultaba, en sus artículos, la separación de esta ideología triunfante, con las tesis de la Iglesia Católica, ni ciertos crímenes escalofriantes cometidos por los nazis, mostrando continua crítica a las tesis racistas y a la fuerte persecución de los judíos. En sus crónicas, al partido nazi lo pasó a llamar, sistemáticamente, «partido racista». Por ello, Goebbels decidió expulsarlo de Alemania y le hizo salir, precipitadamente, con su reciente esposa -una chica alemana que acababa de dar a luz a una niña, la actual Lola Bermúdez Cañete-. El Debate le envió como corresponsal a París y a la guerra italoetíope. Los otros corresponsales extranjeros en este conflicto se impresionaron por la valentía de Bermúdez Cañete, que en las batallas se situaba en primera línea para recoger inmediatamente lo que sucedía, lo que los otros colegas evitaban; pero admiraban.

Volvió a España y entró en política, a través de Gil Robles, en la CEDA; pero con enlaces en multitud de grupos políticos entonces existentes. En las elecciones de 1936, en candidatura de la CEDA, fue elegido diputado. A partir de ese momento, sus intervenciones en el Congreso y en actos políticos llamaba la atención por su alta calidad y dureza. El 18 de julio de 1936 estaba en Madrid y se fue a Las Cortes para recibir, dada su inmunidad parlamentaria, noticias concretas. Casi inmediatamente irrumpieron en el Congreso milicianos y, a pesar de ser diputado y de sus protestas, lo condujeron a la que después fue denominada checa de Bellas Artes, donde el dirigente de ella, irritado por las protestas de Bermúdez Cañete, exigió inmediatamente su ejecución.

No nos cansamos los economistas de hablar de él. Muy importante es la investigación del profesor Baumert, destacando toda su alta calidad científica -por ejemplo, en torno al tema de la crisis de la peseta, o, en relación con el deterioro económico de Andalucía, la exposición sobre el impacto positivo que se generaría a través del turismo en la costa andaluza del Mediterráneo, a la que él dio el nombre, antes que nadie, de «Costa del Sol».

Creo que, con lo sucedido ayer en la Catedral de la Almudena, acerté cuando escribí, en un artículo sobre sus aportaciones en economía, que era «mucho más que un economista».