Opinión

San Colectivo

Nuestro gobierno de coalición salta de un tema a otro con una multiplicidad de intereses y apetitos solo propia de un niño hiperactivo. Un día intenta dar a entender que la culpa de todos los males que nos aquejan la va a tener la corona; otro trata de ocultar los vuelos de inmigrantes ilegales a la península, el día de más allá prueba a hiperdimensionar tuiters de militares retirados para pintar a los conservadores como ogros. TVE, desde que ha descubierto el info-entretenimiento (disimulada manera de designar a la clásica propaganda), nos da un perfecto sumario, contemplado en diagonal, de esa fábrica de cambiantes apetitos temáticos del gobierno. El más conocido es su curiosa manía por resucitar constantemente el franquismo. Evidentemente, esas recurrencias argumentales (ahora el militarismo, ahora el Pazo de Meirás, etc.) sabemos que obedecen a intentar, como sea, quitar el foco del gigantesco dinosaurio temático que continúa ante nuestras narices y que es la desastrosa gestión gubernamental del Covid hecha aquí.

Pero a veces puede llegar a sospecharse que hay algo más en esa fijación franquista. De hecho, es sorprendente de qué manera los modos de un gobierno fragmentado de pequeñas piezas coinciden con los modos franquistas. No es solo la negación a que los niños puedan ser educados libremente en su lengua materna, ni la sumisión a supuestos fueros históricos más que discutibles; sino que en general se busca gubernamentalmente la apelación a proyectos colectivos y causas que imanten la personalidad entera de los individuos, orientando todas sus energías y sus esperanzas hacia algún objetivo. Es como si el gobierno pensara que solo así puede darse la expresión de cosas obvias, sea la emancipación de las mujeres o el rechazo a la violencia sobre los más débiles. El resultado es similar a sugerir que los derechos y los proyectos colectivos han de ser tan centrales e importantes que vuelvan innecesarios los derechos individuales. Una multiplicidad excesiva de apetitos (la coalición disgregada) es tan paralizante para el individuo como una ausencia obligada de ellos que lo aboque a la inacción (el franquismo). Finalmente, ambos desean convencer a la gente de que los proyectos personales son innecesarios.