Eutanasia

Mil veces un macarra que un cursi

La ley de la eutanasia, además de ser innecesaria promueve entre los aniñados votantes, un falso humanitarismo que países avanzados como Francia, Alemania o EEUU rechazan por completo

La ley de la eutanasia chirría, pero no desde lo moral (que también) sino desde la inteligencia y la estética por su frivolidad o dicho de una forma más directa, por su imbecilidad

¿La han hojeado? Se trata de una barahúnda de eufemismos donde pareciera que su autora hubiera lanzado al cielo conceptos tan distintos como suicidio, homicidio tolerado, cuidados paliativos, testamento vital y eutanasia y estos hubieran caído sobre el papel, que, en España, visto lo visto, lo aguanta todo. Un emplasto elaborado aceleradamente, no debatido y cuya aplicación pondrá en evidencia la ausencia de integridad y de análisis de nuestra sociedad (inmadura y manipulable, cuya frágil conciencia se juegan nuestros políticos como tahúres); donde, esto ya es escandaloso, nadie podrá impedir que se produzcan eutanasias involuntarias en residencias y domicilios por médicos privados.

Maria Luisa Carcedo, diplomada en medicina de empresa, no ha contado con ninguna opinión experta, ni de Bioética, ni de cuidados paliativos. De hecho, el Comité de Bioética* rechazó la Ley por unanimidad.

*El Comité de Bioética de España es un órgano colegiado cuyos integrantes son expertos acreditadamente cualificados del mundo médico, científico y jurídico para analizar, emitir informes, propuestas y recomendaciones a los poderes públicos.

La ley de la eutanasia, además de ser innecesaria (la muerte digna ya se recoge en el testamento vital) promueve entre los aniñados votantes, un falso humanitarismo que países avanzados como Francia, Alemania o EEUU rechazan por completo. Lo llaman con una trivialidad insultante “muerte dulce” igual que al aborto “interrupción del embarazo” para que los tardos se figuren que luego, por el arte de birlibirloque o de su angelito de la guarda se puede des-interrumpir. El problema de los eufemismos es que el lenguaje es clave en la moralidad y el pensamiento, y se refleja en las actitudes y las decisiones de los necios. Así las cosas, en pocas semanas, un médico de pago podrá librarles de ese desagradable pariente del que además podrían heredar. Una “industria” millonaria, no olvidemos que es mucho más sostenible aplicar la eutanasia que proporcionar cuidados paliativos.

El asunto es que los candidatos, sin trapos calientes, no deciden desde la independencia, sino desde la dependencia más absoluta y/o la depresión. Se habla de la cosificación de la mujer, ¿y qué hay de la cosificación de la muerte? La banalización del mal no requiere el holocausto de millones de judíos a manos de un funcionario servil. Puede bastar con la burocratización del suicidio, en el mejor de los casos. Porque, si bien cuidar de un bebé de cutis de durazno exhalando leche y miel es un engorro, por mucho que cada día aprendan y sean más autónomos, el asunto de los dependientes adultos o ancianos es infinitamente más estomagante, amén de que la cuesta es hacia abajo. En breve, las personas objeto de eutanasia serán, después de los bebes nonatos, las más desvalidas en nuestro país: personas longevas, vulnerables, melancólicas, altamente dependientes y por todo ello manipulables.

Mi hermano, así como el padre de mis hijos, es psiquiatra, su misión en la vida consiste en evitar que sus pacientes se suiciden - acto que constituye su más desolador accidente profesional – ambos me dicen que quien renuncia a su instinto de auto-conservación, no puede sino sufrir lo que clínicamente se llama depresión. ¿Está en posesión de sus plenas facultades mentales quien sufre semejante enfermedad o debería ser convenientemente sometido a terapia? Imagino que en este punto diferirán unos y otros profesionales, pero no concibo que no les alcance la sombra de la duda. ¿Recuerdan esos “12 hombres sin piedad” donde una sola duda razonable serviría para no segar la vida de un ser humano?

En el asunto de los viejos, no se trata de creerse bondadosos ni tampoco de vender una ética de mercadillo dominical. Simplemente tenemos, frente a nuestras modeladas naricillas, una sociedad que ha olvidado principios indiscutibles como la abnegación, la paciencia, el respeto, la entereza, la responsabilidad o la compasión y se conduce, en exclusiva, por el principio del placer; un principio que se practica con orgullosa impunidad y que tiene su reflejo en absolutamente todo, desde la medicina a la televisión, pasando por las urnas y por la situación en la que se encuentran nuestros mayores.

Hoy, millones de personas que tuvieron hijos y se esforzaron por sacarlos adelante, sufren malos tratos, explotación financiera, estafas, abandono, carencias materiales y afectivas, por no hablar de la más aterradora soledad, en un país donde más del treinta por ciento de la población, pasa de los sesenta.

Durante la primera oleada de coronavirus fallecieron más de 20.000 ancianos. Según un reciente informe de Médicos sin Fronteras, se denegó la derivación hospitalaria a un 44% de las personas infectadas en residencias lo que facilitó que el virus se extendiera “rápidamente” y que murieran miles de ancianos (que no estaban para morir) en aislamiento, deshidratados, agonizando por distrés respiratorio y sin cuidados paliativos. Hubo muchos de esos mayores a quienes sus familiares no les asistieron y ni siquiera les llamaron por teléfono.

¿Han visto la película de Charlton Heston y Edward G. Robinson “Cuando el destino nos alcance”? Año 2022, superpoblación, calentamiento global, infra-alimentación de las clases populares. Sólo las élites disfrutan de alimentos tal y como hoy los conocemos. El resto consume unas pastillas insípidas de colores llamadas Soylent. “El Hogar” es un sitio a donde la gente voluntariamente acude a morir contemplando en pantalla panorámica escenas del mundo que fue y que ha desaparecido. Las autoridades dicen que el Soylent verde se extrae del plancton, cuando en realidad es un procesado de restos humanos. Pues eso, “Cuando el destino nos alcance” la situación evolucionará en una denuncia contra aquellos que tengan la enorme osadía de seguir viviendo (ancianos o enfermos) y cobrar la jubilación.

La eutanasia no es paliar el sufrimiento igual que abortar bebés no es por razones de salud. La eutanasia es quitar la vida. No engañen. No desinformen. Y, algo mucho peor, no sean cursis.