Pablo Iglesias

Violencia desde la boca de los fusiles

«Iglesias no improvisa con sus provocaciones; todo lo tiene escrito hace tiempo»

Está escrito. Pedro Arriola, el protogurú, primero de Aznar y luego de Rajoy, precursor de Iván Redondo, siempre explicaba, de forma muy prolija por cierto, que la izquierda radical ofrecía la ventaja de que todo lo dejaba escrito. Pensaba en los dogmáticos y plúmbeos documentos que alumbraba la banda ETA. Ahora, el estalinismo de Pablo Iglesias, incluidas sus astracanadas de que España no es una democracia plena, sus ataques a los medios de comunicación que no controla y su apoyo –unido al de su portavoz parlamentario Pablo Echenique– a los violentos que protestan contra el encarcelamiento del rapero Pablo Hasél, con más antecedentes policiales y judiciales que obra musical o de otro tipo, son la constatación de que el líder de Unidas Podemos no improvisa. Todo estaba escrito ya en 2014, en su libro «Disputar la democracia», de obligado repaso. «El poder nace de la boca de los fusiles», se lee en la página 32, como coletilla a una referencia a Gramsci y al «pesimismo de la inteligencia». Más adelante, página 38, afirma «que cualquier orden político se constituye sobre la violencia. Suena fuerte, pero es lo que dicen los libros de historia». Dos ejemplos entre otros muchos en un libro en el que Iglesias también arremete contra los medios de comunicación privados, escandalizado del peligro de que accionistas y propietarios quieran ejercer sus derechos. Está escrito. También el penúltimo mensaje del vicepresidente segundo cuando dice que «estar en el Gobierno no garantiza tener el poder». Lo escribió en el mismo libro: «ganar unas elecciones no significa (...) ganar el poder» pagina 172 de una obra que se rige por un hilo conductor obsesivo, «el poder es el poder». Iglesias no ha cometido ningún desliz, solo desempolva su propio guion, explora una estrategia pre-revolucionaria y coloca a Sánchez –que ha tardado mucho en reaccionar– y a todo el país en una situación límite, porque hace peligrar a la sociedad española más próspera y justa de toda la historia –a pesar de pandemias y problemas– con ese coqueteo obvio con la violencia, incluso sin fusiles, aunque lo escrito, escrito está (página 32).