11-M
Memoria
No queremos venganza ni revancha, sólo evitar que el dolor se perpetúe
Ayer se celebró en Madrid el Día Europeo de las Víctimas del Terrorismo, como cada año, en memoria de las 193 víctimas mortales que provocó la masacre del 11M de 2004 en particular, y de todas las víctimas del terrorismo en general. Cumpliendo con todas de las medidas higiénico-sanitarias para la prevención de contagios del virus Covid19, como ya es habitual en tiempos de pandemia, la presencia de autoridades y representantes de asociaciones de víctimas del terrorismo propició un sentido y bonito recuerdo.
Siempre trato de transmitir buenas noticias que nos hacen ver la vida con una sonrisa. Pero también hay acontecimientos que nos quitan el aliento, nos paralizan, provocan un dolor desconocido hasta el momento y hacen que nos replanteemos creencias y hasta nuestra propia existencia. Este es el caso de los atentados terroristas, que si bien muchos afectados y víctimas acaban superando, dejan una huella imborrable en nuestra memoria colectiva. Estos días recordamos uno que jamás creímos que pudiese ocurrir por lo espantosamente multitudinario que fue.
Diecisiete años han pasado desde el atentado más sangriento de la historia de España, cuando el mundo entero se deshizo y la esperanza se esfumó como nunca antes lo había hecho. Aquel 11M nos paralizó el corazón, la luz se apagó y un recuerdo profundo quedó grabado en nuestras vidas para siempre. Los sueños de miles de personas sobrevolaron unos trenes en los que sentimos que íbamos todos. Unos terroristas mataron a casi doscientas personas e hirieron a más de mil, pero las secuelas permanecen y cada aniversario afloran casi con el dolor del primer día. Las preguntas sin respuesta siguen amenazando la serenidad de asumir lo que nos tocó vivir.
Vargas Llosa dice que todas las épocas han tenido sus espantos, la nuestra es la de los fanáticos, la de los terroristas, “antigua especie convencida de que matando se gana el paraíso”. Pero seguimos sin entender ciertos enigmas que obstruyen lo único capaz de amortiguar el dolor: que se haga justicia. Nuestro mensaje siempre ha quedado bien claro: no queremos venganza ni revancha, sólo evitar que el dolor se perpetúe y dar vida a la esperanza de un mundo mejor.
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