Opinión

El cuaderno de Chapu Apaolaza: Una empanadilla de Carmena que se come fría

En Moncloa juran que de la sustitución de Iglesias por Díaz solo hay que “rematar algunos flecos”, lo que traducido significa que habrá que mandar a alguien a limpiar la sangre de las paredes de los despachos

Me he quitado por primera vez el jersey. Hay dos momentos fantásticos en el año en el que uno siente el devenir de las estaciones con claridad meridiana: el primer día en que uno se quita el jersey y el primer día en que uno se pone el jersey. Digo que me he quitado el jersey al salir del coche. El mundo se había convertido de pronto en un lugar tibio y calmado, una escena de nubes altas que cruzan el cielo a toda pastilla, dientes de león florecidos como balazos de oro y niños arrancándole el papel de plata del bocadillo.

Como yo, llevan jersey a la cintura. A veces, a la vida solo hay que seguirle el paso y dejarse llevar como por la suave pendiente que lleva a la puerta del colegio y recoger a tus hijos sin pensar en si en ese momento toca escoger entre comunismo o fascismo, Gramsci o Laclau, rojos y azules, concebollismo o sincebollismo en lo que se refiere a la tortilla de patatas y, en general, todas las cosas que pueden resultar cruciales en un momento dado, pero venga, hombre, ¿es que no veis que es primavera?

Que cuentan que Pablo Iglesias entra en Madrid-Siti por la parte del Valle del Kas y le acompaña un grupo de jinetes morados y polvorientos. Que dice Errejón que la venganza es una empanadilla de Carmena que se come fría. Que en Moncloa juran que de la sustitución de Iglesias por Yolanda Díaz solo hay que “rematar algunos flecos”, lo que traducido significa que habrá que mandar a alguien a limpiar la sangre de las paredes de los despachos. Que van a parar una vacuna que es miles de veces más segura que no ponérsela.

Pero esta tarde solo había que llegar al colegio y ver entre la gente a Macarena cuando levanta la mano, saluda y se lanza con ese impulso de los niños que les hace salir corriendo hacia sus padres en cuanto se dan cuenta de que están ahí. Hoy trae un dibujo para la funda de mi teléfono en el que pone “Te quiero en invierno y en verano”. Era para el viernes, pero no ha podido esperarse porque la vida es eso: un aquí y un ahora. Hasta se nos ha olvidado la mascarilla a los dos, como si nada de esto hubiera pasado, casi como si nada de esto estuviera pasando. Dicen que pronto Madrid parecerá 1934. Todavía no.

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