Pablo Iglesias

Egos y Varón Dandy

Errejón le ha hecho una cobra y la candidata de Madrid, Mónica García Gómez, le ha recordado que las mujeres no necesitan salvadores.

La cobra que le ha hecho Errejón a Iglesias no es que fuera previsible, es que es lo único que cabía pensar que sucediese. Salvo para el aún vicepresidente. Hay egos tan engordados que los michelines les impiden verse a sí mismos en toda su integridad y les hacen muy difícil medir la consistencia del suelo que pisan.

A Pablo Iglesias y a Albert Rivera, las grandes esperanzas frente al bipartidismo, les han traicionado esos michelines, y su final tiene cercanías de rima asonante. Rivera se creyó, contra la realidad misma de la aritmética parlamentaria, que podía liderar la derecha. A Iglesias se lo va a llevar su convicción de que a la izquierda del PSOE está él o la nada. En ambos casos, el concepto nuclear, la palabra central, es ambición. Tan desmedida, tan de amplio espectro, que les ha cegado su identidad y posibilidades, como enormes michelines a su alrededor. Demasiada digestión autosatisfecha, demasiado alimento para sus egos hambrientos.

He leído y escuchado elogios a la inteligencia política de Iglesias, juicios de alta consideración sobre su capacidad estratégica en la doble dirección de agitar el tablero político y buscarse su propio salvavidas. Son, creo, sobreestimaciones de capacidades aún por conocer. Como líder político, Iglesias ha demostrado poco más que una cierta pericia para colocarse la flor donde da suerte. Es vicepresidente del gobierno de España, sí, pero no por mérito propio, sino por necesidad puntual de otro político, Sánchez, que sí demuestra casi a diario un insólito virtuosismo para la maniobra y la anticipación. Cualidades políticas, al menos en lo que tiene esa ciencia de juego de mesa. No entro en la gestión, aunque ahí tampoco hace falta porque lo de Iglesias en el gobierno es un erial.

Cierto es que supo aprovechar la marea del 15M del que ahora se cumplirán diez años. Pero desde la cresta de la ola “anticastista”, no ha hecho más que caer, como el surfista que la surca, espectacular y feliz, pero siempre con el mismo destino, terminar en el agua o, con peor suerte, sobre la arena.

Dicen que su última jugada es anticiparse a la inminencia electoral. Hacerle un Ayuso a Sánchez antes de que éste le pille a contrapié. Pero el paso atrás, que lo es políticamente por muy inteligente que pueda parecer, no hace sino mostrar una acción desesperada: irse a Madrid antes de que, también allí, desaparezca completamente.

Pero se ha encontrado con la roca. Errejón le ha hecho una cobra y la candidata de Madrid, Mónica García Gómez, le ha recordado que las mujeres no necesitan salvadores. Lo cual, puestos a ubicar la supuesta sabiduría política del líder, da también una idea de que además de no tener bien embridada su ambición y desconocer lo cerca que está de estrellarse contra la arena, no se ha dado cuenta del tufo machista de estos últimos movimientos. Como le ha recordado Rita Maestre, la portavoz de Mas Madrid, esto no es un sainete entre hombres.

Pero dudo mucho que los michelines del ego permitan siquiera que le llegue esa crítica desde tan sensible ámbito. Porque hasta la forma en que ha nombrado herederas en el gobierno destila esa impresión de jefe embriagado en Varón Dandy.