Política

El nostálgico agitador

Las encuestas en Madrid ya hacían sonar todas las alarmas

Tan solo han pasado tres días desde que Pablo Iglesias le diera todo un puntapié al caldero político nacional cambiando el consejo de ministros por la vuelta a la primera línea de la trifulca ideológica en Madrid y todavía hay quien se sigue preguntando sobre los auténticos motivos de lo que sin duda va a ser para el todavía líder de Podemos un verdadero y auténtico salto en el aire. Tal vez no haya que rascar demasiado para colegir las razones de un personaje que, dentro de una inmadurez patológica, que diría la lideresa morada andaluza Teresa Rodríguez, no da puntada sin hilo.

A saber, uno: Iglesias pretende resucitar la más pura y cruda guerra ideológica, el frentepopulismo de barricada y además en el emblemático enclave de Madrid, donde sabe que PSOE renquea de liderazgo y donde puede lanzar un certero torpedo a la línea de flotación de Sánchez. Dos: su movimiento de torre y alfil tiene mucho de reacción a una, tal vez demasiado osada operación desde el entorno del presidente de dar un golpe de gracia a la derecha agitando el muñeco roto de Ciudadanos y de paso allanando el camino de Podemos hacia la irrelevancia. Va a ser que no habrá concluido Iglesias. Tres: el aterrizaje en el campo de batalla madrileño se plantea como prólogo a una mayor confrontación a nivel nacional, dadas las poco reconfortantes expectativas económicas y el consiguiente caldo de cultivo que una previsible situación de crispación social –recuérdese el efecto «15-M»– puede suponer para populismos como el encarnado por el partido morado. Cuatro: sabedor de que el botón nuclear de la legislatura solo está en la mano de Sánchez y dado su creciente papel de «vicepresidente por accidente», la oportunidad es propicia para revertir la tendencia de su partido, crecientemente desmembrado y transformado en chiringuito. Las encuestas en Madrid ya hacían sonar todas las alarmas. Cinco: el «ADN» político de Iglesias no es la gestión del servicio público, sino el juego político y el golpe de efecto, elementos que junto a su afán de notoriedad ahora le devuelven a su salsa. Y seis: es un nostálgico friki pero no inofensivo de revoluciones protagonizadas por otros a las que llegó tarde. Ahora tratara de liberar gas inflamable, pero ojo… ya no es como antes, sencillamente porque tras plegar en una animada jornada la pancarta incendiaria, lo que le espera por la noche es el confort de Galapagar…y eso canta.