Pablo Iglesias

Iglesias y lo español

La tradición de sacudir la política conecta con una herencia de caótico pasado

En el afán por entender qué ocurre a nuestro alrededor (como si esto fuera siempre posible), España busca puntos de referencia a los que aferrarse en medio de las turbulencias políticas. Se comparan escenarios, se apela obsesivamente a guiones de series, se mira en el espejo de otros países: de la deriva venezolana al eterno fraccionamiento italiano o al intento de reproducir figuras, incluso aspirando a forjar un Biden español. Pero nada. Ninguna respuesta que explique lo que nos pasa: no encontramos en quien reflejarnos, cuando, quizá, lo que ocurre es que a quien más nos parecemos es a nosotros mismos. Un recorrido por nuestro agitado siglo XIX nos regala los interminables pulsos por construir el marco constitucional entre liberales y absolutistas, las seis constituciones que se sucedieron unas a otras sin piedad o los 137 presidentes que llegaron a estar al frente del país. Una herencia de caótico pasado político que en nada desmerece lo tempestuoso de las mociones de censura varias y las piruetas de un partido a otro, a ritmo supersónico, que se han precipitado estos días. Lo español antes de lo español. Y, justo ahí, en plenas convulsiones, como emulando a C. Tangana en la revisión cañí de lo anterior, aparece Iglesias y ejecuta su fuga desesperada de la jaula de oro monclovita, mientras parece recordarnos que sí, que seguimos en esa tradición de inestabilidad política en la que Madrid y sus conspiraciones sacuden una calma de trampantojo. Aunque en esa vuelta al pasado, a esos trasiegos tácticos tan nuestros, no podemos olvidar que fue Cánovas del Castillo y su turnismo entre conservadores y liberales quien puso fin a la agitación de hace dos siglos. El bipartidismo (obligado entonces) parece reforzarse ahora y apunta al crepúsculo de eso que se llamó nueva política. Si hacemos caso a Trapiello y convenimos que «Madrid es la ciudad, más que ninguna en España, donde las cosas que pasan podían no haber pasado y las que no tenían que pasar, acaban sucediendo», aún tenemos por delante semanas de intrigas e incógnitas. Madrid guarda las respuestas hasta el 4 de mayo. Una ciudad en la que cabe tanto y tan diverso: lo que va de C. Tangana a Trapiello.