Política

Gabilondo, Iglesias y el insomnio

La sublimación de la mentira en la política española sitúa en muy baja cotización los compromisos preelectorales

Por obra y gracia de Isabel Díaz Ayuso y su decisión de adelantar elecciones, Ángel Gabilondo ha pasado de ser carne de cementerio político de elefantes derivada de una ya casi crónica ausencia de liderazgo en el socialismo madrileño a probable solución bien vestida y tuneada por la factoría de ideas marca «acme» dada una coyuntura política en Madrid que podría ir más allá del mero objetivo de salvar los muebles. A veces las crisis o las cartas mal dadas son puerta de oportunidades y eso es justo lo que han colegido los depositarios de la materia gris en el PSOE, dada la imposibilidad de articular una candidatura alternativa. Gabilondo puede ser fagocitando por la enconada polarización política madrileña, pero al mismo tiempo un desliz o una mala mano de cartas para Díaz Ayuso durante una campaña en plena cuarta ola de covid en la que tratará de situarse a la candidata popular como referente de todos los males llegados y por llegar podría situar al «poco saleroso» candidato socialista, pero siempre tendente a la imagen de centralidad, como beneficiario de una supuesta mayoría de centro izquierda sin Pablo Iglesias.

La quimera de una suma frente a la derecha excluyendo a los morados ya está siendo por lo tanto el hilo argumental en la precampaña de Gabilondo a la caza de un voto de Ciudadanos en vías de atomización, de ahí la recuperación del pasado discurso sanchista del insomnio a través de un argumento como poco inconsistente «con este Iglesias no». En este punto conviene destacar la escasa capacidad real de maniobra del candidato del PSOE, reflejada en afirmaciones con «trampa» como la de la portavoz del gobierno, «el tiene plena autonomía en su estrategia electoral», algo tan cierto como que no tendrá porque seguir teniéndola llegada la hora de los pactos justo un minuto después del «4-M». Al margen de ello, la sublimación de la mentira en la política española, donde se dice una cosa por la mañana y todo lo contrario por la tarde, sitúa en muy baja cotización los compromisos preelectorales. Si se rechaza pactar con «este Iglesias», ¿debemos entender que con algún otro sí? ¿Con cuál? ¿El anterior a su entrada en el gobierno o tal vez el posterior? Por desgracia, en la política española ya no son necesarios los notarios, basta con la desmemoria casi amnésica de los electores. De ello se valen.