15M

Mi padre y el 15-M

A mí me tachaban de capitalista. Me extrañaba, eso sí, que cada fin de semana siguiesen pidiendo la paga.

El 15M me pilló saliendo de la ducha, en albornoz y con la toalla en la cabeza. Llevábamos semanas agitadas en casa, con los veinteañeros interesados por primera vez en la política, con esa fiereza entusiasta imposible. Era fascinante verlos pelear contra la democracia «de escaparate» o el bipartidismo «de palo, con el que –aseguraban– las élites se garantizaban un dominio perpetuo. Tener vástagos comunistas me desconcertaba, nos desconcertaba a todos, excepto a mi sabio padre: «Para ser conservador, Cristina, hay que ser muy comunista antes».

La cuestión es que se plantaron con tiendas y sacos en la Puerta del Sol y empezaron a discutir en asambleas eternas, al sol de primavera, con cervezas en la mano y votando a mano alzada. A mí me tachaban de capitalista. Me extrañaba, eso sí, que cada fin de semana siguiesen pidiendo la paga. Teníamos invitados originales. Recuerdo en particular a un andaluz, de Granada, que ha acabado en un pueblo, de neo hippie, e incluso ha escrito un libro.

A lo que voy, salía yo de la ducha una mañana cuando, en mitad del pasillo de mi casa, me topé con un mozo barbudo. «Buenos días», me dijo. «Buenos días, ¿quién eres, perdona?», le contesté, atornillándome la toalla al cerebro. «Soy Fulano», me contestó con toda parsimonia. Miré la hora, por si me equivocaba, pero eran las nueve de la mañana. «¿Y dónde vives, Fulano?» «Aquí», me dice el chorvo. «¿En mi casa?» «Sí, sí, me ha invitado su hijo, me quedaré todo el tiempo que esto dure». Se dio media vuelta y desapareció en una de las habitaciones. Corrí al baño, a secarme el sudor, extrañamente acalorada.

Pasó aquella primavera, mis hijos votaron a Podemos en unas elecciones en las que triunfaron. Alguno repitió en la siguiente convocatoria, pero ya los demás andaban indignados con el chalet de Galapagar. Después votaron a Ciudadanos y luego empezaron a abstenerse. Como me dijo mi padre, con media sonrisa socarrona: «¿Cómo vas a entenderlos, Cristina, si yo todavía no he conseguido entenderte a ti?».