Opinión

El cuaderno de Chapu Apaolaza: Dos metros de largo y 532 días de ancho

Hay razones para recordar y también para olvidar, pero no se entiende está cosa por la que Franco fue ayer, pero ETA, hace mucho

En Tres Cantos andan escandalizados porque un cisne agrede a los otros animales del estanque y les pega unos picotazos que no veas. Ya ha malherido a una hembra. Podemos ha pedido explicaciones al Ayuntamiento de la localidad madrileña por su pasividad ante el abuso del animal con sus compañeras a las que ataca empujado por el celo que les entra a los pájaros en estas fechas y por el heteropatriarcado animal, naturalmente. Animales que se comportan como animales, ¿qué será lo próximo, humanos comportándose como humanos? Los nativos de Tres Cantos han salido a defender al cisne. Cuentan que se llama Cipriano y que se come los rebordes del pan de molde que le tiran al agua los niños a la hora de la merienda. Les parece excesiva la campaña que se despliega en su contra en los medios de comunicación. “Siempre saludaba”, comentan. En los informativos ya le llaman el cisne asesino.

Será por asesinos. En Vitoria se ha inaugurado el Centro de Memoria de las Víctimas del Terrorismo. Este país avanzaría de tener un baremo único y una posición integral sobre la memoria. Hay razones para recordar y también para olvidar, pero no se entiende está cosa por la que Franco fue ayer, pero ETA, hace mucho. Ha pasado tan poco tiempo desde el terrorismo vasco que aún podemos oler el humo de las pistolas.

Las medidas de la masacre son desproporcionadas. El rey Felipe ha tenido que agachar la coronilla para entrar en la reproducción del zulo en el que escondieron a  Ortega Lara. Medía 180 centímetros de alto y 532 días de ancho. Le pusieron un catre, una mesita, una silla y un poster de surfistas de la playa de San Sebastián que casi olía a arena y a Nivea con solo verla. Ortega Lara se cortó las venas con el metal de los cascos que afiló como pudo. No murió, pero lo puso todo perdido de sangre. Después tejió una cuerda de plástico para ahorcarse. Cuando entró la policía a rescatarle, pensó que eran los terroristas y les pidió: “Matadme de una vez”. A día de hoy, el funcionario de prisiones es incapaz de bajar la persiana para dormir, temeroso de perder la luz de nuevo. La suya fue una historia entre 1.400 víctimas del terrorismo. Si le parece que fue ayer. Es que fue ayer.

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