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Economía

Deudas, cicatrices y necedades

«La deuda pública dejará cicatrices que tardarán en desaparecer»

Rose Bertin (1747-1813), modista de María Antonieta, decía que «no hay nada nuevo, salvo lo que se ha olvidado». Carmen Reinhart y Kenneth S. Rogoff utilizan la cita en su «Esta vez es distinto, ocho siglos de necedad financiera». El libro, alumbrado en los albores de la Gran Recesión, explica cómo los Gobiernos, durante centurias, no aprendieron de los ejemplos de las consecuencias de las orgías de deuda. Ciertas experiencias, es obvio, no parecen transmisibles. El Banco de España anunció ayer que la deuda pública española alcanzó otro récord, absoluto y en porcentaje, en el primer trimestre del año. Las cifras marean: 1,393 billones de euros y un 125,3% del PIB. Dejarán «cicatrices», que tardarán en desaparecer, advirtió ayer Óscar Arce, director general del Banco de España en un acto del diario El Economista. También ayer, el Instituto Nacional de Estadística certificó que los precios crecen a un ritmo interanual del 2,7%. En los últimos diez años, solo en enero y febrero de 2017 hubo tasas más altas. En Estados Unidos, la inflación ya está en el 5% y algunas alarmas se han disparado. La Reserva Federal americana y el Banco Central Europeo creen que los repuntes serán pasajeros, pero están ahí. Martín Wolf, en el Financial Times, recuerda los peligros –y ejemplos pasados– de actuar tarde ante la inflación. «Esta vez es distinto», se vuelve a escuchar ante el desmadre de la deuda y también del alza de precios. La misma música repetida, que olvida ocho siglos de historia. El total de la deuda externa bruta española, que incluye todas las obligaciones futuras de pago –públicas y privadas–, alcanza ya los ¡2,23 billones! Laura Álvarez, Pana Alves, Esther López y César Martín, expertos en la materia del Banco de España, no lo ven todavía alarmante, pero apuntan que es una «vulnerabilidad» si cambia el escenario internacional. Una inflación consolidada trastocaría todo. Pagar las deudas entonces, no sería más caro, sino casi imposible. Un riesgo real, ante la necedad de que «esta vez es distinto», aunque solo es diferente lo que se olvida, como percibió la modista y sombrerera de María Antonieta, Rose Bertin.

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