Pedro Sánchez

Colón, hoy

Un Gobierno a la altura del momento que la delicada situación exige, hubiera tenido como objetivo irrenunciable desde el principio, el llegar a un auténtico pacto de Estado con la oposición para, desde un diagnóstico compartido, ofrecer al secesionismo catalán una imagen de unidad y solidez ante su reto separatista. Sólo desde ese acuerdo en torno a la Constitución y a la unidad de España, como un muro de hormigón ante el cual no cabe ninguna acometida más, se podrían plantear medidas de gracia bajo la premisa de la renuncia expresa y solemne a volver a las andadas. La desoladora realidad de un presidente del Gobierno sin la más mínima credibilidad en la palabra dada, e instalado en la posverdad y el relativismo más absoluto, nos está llevando a una situación de una gravedad sin precedentes desde la Transición. Referéndum pactado, indultos y mesa de diálogo, conforman una hoja de ruta del secesionismo asumida como propia por Sánchez y su Gobierno, que aparecen como los vencidos frente a los de Junqueras y Puigdemont.

La plaza de Colón hoy debe convertirse en la expresión de una sociedad, un pueblo y una Nación no dispuestos a rendirse frente a la felonía de quienes han ultrajado la promesa de cumplir y hacer cumplir la Constitución, que tiene su fundamento en la «indisoluble unidad de la nación española». La «pacificación», la «comprensión», la «magnanimidad» y el «reencuentro» sólo pueden darse hoy en torno al histórico pacto de 1978 recogido en la Constitución de la Concordia.