Tomás Gómez

¿Nos quitamos la mascarilla?

Habrá que esperar algunas semanas después del 26 de junio para comprobar que, efectivamente, es adecuado quitarnos las mascarillas.

En tanto que Díaz Ayuso ha sido investida presidenta, casi sin necesidad de otros apoyos, al PSOE de Madrid le han puesto un espejo delante cuando Mónica García ha intervenido como jefa de la oposición.

Ni en el Ayuntamiento de la capital ni Asamblea autonómica, principales instituciones madrileñas, el Partido Socialista ha conseguido la segunda plaza. Ángel Gabilondo y Pepu Hernández han sido dos fiascos impuestos por Pedro Sánchez que ha dejado el socialismo madrileño como un erial.

Pero ahora, lejos de recapacitar sobre los errores cometidos, la camarilla protegida por Moncloa intenta repartirse los muebles rotos de la vieja gloria socialista. El inefable Simancas, el hombre con suficiente estómago como para hacer lo que los demás no quieren, ya tiene su propia candidata: la nueva delegada del gobierno. No va a tener fácil convencer a Sánchez porque a esta clase de políticos no les suele escuchar, les mandan tareas duras, generalmente internas, y les paga con desprecio y un puesto en la candidatura.

De momento, el líder socialista no ha tomado ninguna decisión. Es consciente de que Hana Jalloul también ha sido una equivocación que no ha aportado ni un solo voto y tiene una calidad parlamentaria que deja en apuros al PSOE, pero tampoco tiene un aspirante claro.

Es posible que vuelva a optar por la bicefalia, al modelo Franco-Gabilondo, porque, en otro acto de esa coherencia tan sui generis que muestra el Rey Sol del socialismo español, ese modelo vale para Madrid aunque no sea posible en Andalucía en donde la prioridad es echar de la política a Susana Díaz.

En caso de optar por ello, en octubre, que es cuando el PSOE de Madrid ha convocado el congreso, se entregarían las riendas del partido a una figura con perfil bajo, interno y, preferiblemente, gris. Esa es la baza con la que cuenta Simancas para colocar a su ex jefa de gabinete y, de paso, asegurarse cierto poder en disponer del puñado de cargos públicos que le quedan a los socialistas.

Hay algún alcalde que se quiere postular por su cuenta y riesgo. Si fuese así, debería estar preparado para recibir los zarpazos de unos y otros. Cuanto menos queda por repartir, más violentas son las embestidas.

Una vez que el super líder resuelva esto del congreso madrileño, tiene dos años para encontrar el mirlo blanco a presentar como candidato. Después de un metafísico y un entrenador de baloncesto, puede proponer un cantante o algo peor.

A Díaz Ayuso le han hecho líder nacional, con un partido regional como Más Madrid enfrente, cuestión que le permitirá disponer de tiempo suficiente para seguir poniendo en aprietos a Sánchez, que va a necesitar algo más que una remodelación de gobierno y un anuncio de eliminar la obligación de uso de mascarillas en espacios abiertos.

Por cierto, dada la credibilidad del gobierno con la pandemia en general y, con las mascarillas en particular, habrá que esperar algunas semanas después del 26 de junio para comprobar que, efectivamente, es adecuado quitarnos las mascarillas.