Opinión
El cuaderno de Chapu Apaolaza: Sánchez es mejor que Chejov
Se abre el telón y aparece el presidente del Gobierno en el Teatro del Liceo anunciando los indultos a los condenados por el procés por utilidad pública. Ya nadie cuenta los chistes de ‘Se abre el telón’ y es una pena. Sánchez logra ponerse muy serio y muy grave. Moncloa es mejor que Chejov. Los gobiernos mienten tanto que ya eligen para hablar los teatros y las corralas. En su discurso sobre el arte dramático, Denis Diderot aconsejaba a los actores que actuaran como si existiera un muro entre ellos y el público. A esto lo llamaron después la cuarta pared, que es una pared imaginaria, pero Moncloa la tienen construida de hormigón premoldeado. Fuera del teatro arden las bengalas y un independentista interrumpe a gritos su discurso, pero el presidente hace como que no están allí o si están, no están enfadados y, si están enfadados, pronto se les pasará.
El espectáculo está muy logrado. Se mete uno tanto en la obra que llega a olvidar que Sánchez está indultando a sus socios de investidura para que le sigan apoyando en Madrid. La escena cumbre sucede cuando dice que todo esto lo hace por la concordia. No se escribía algo tan bonito desde Madame Buterfly. Sánchez es Cio-Cio-San y espera ver en el horizonte un hilo de humo que anuncie el regreso del barco de Pinkerton. Junqueras-Pinkerton afirma que los indultos demuestran la debilidad del Estado y Jordi Cuixart cree que significarán la derrota de España. En el escenario no aparecen los independentistas, ni los constitucionalistas, ni en general nadie que no sea Sánchez quien simboliza la nueva concordia de uno solo.
El truco consiste en hacer como que todos estamos con él en lo de los indultos. Siempre me inspiraron ternura las personas que hablan como si hubiera más gente. Había un heladero en Chipiona que pregonaba el género en las calles vacías, un desierto de 40 grados a las cuatro de la tarde y allí solo gritaba: “¡Helados! ¡Se acaban! ¡Que me come la bulla!” Y no había nadie.
Al final, Sánchez escenifica la reconciliación consigo mismo, que no es poco si se tiene en cuenta toda la gente que lleva dentro y termina la obra. El sanchismo, en pie, se parte las manos con los empresarios catalanes. Los aplausos durarán hasta que termine la legislatura. Digo que desde Madame Buterfly no se escribía algo tan bonito, ni que terminara peor.
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