Cuba

Una visión y una lección de Cuba

Hablar de marxismo-comunismo, es hablar de fracaso, incluso allí donde ha querido ser camuflado con el «eurocomunismo»

Sufro con los que sufren. Son infinidad los sufrimientos y las personas que los soportan o padecen. Estos últimos días nos están siendo muy cercanos y los sentimos como nuestros, los sufrimientos del pueblo cubano, carente de alimentos necesarios, de medicinas, y de libertad, muy en primer término, y pervive en la gran mentira del régimen que manda allí.

El otro día en Valencia, tras una Eucaristía que celebré en la basílica de la Virgen y con la presencia de una reproducción sencilla de la imagen de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, patrona de Cuba, –la celebré por el pueblo cubano, muy unido a Cuba, por el logro de la libertad, por el cese de la represión, por la paz y la reconciliación, por la desaparición de tanto sufrimiento y hambruna en aquel querido y entrañable pueblo hermano, tan español–; al salir de la basílica me decía una señora cubana, ya mayor, con lágrimas y rostro de dolor: «estos son los últimos tiempos del régimen dictatorial castrista comunista, ¿verdad, Sr. Arzobispo?». Le respondí: «tiene razón, señora, pronto veremos el final, porque Dios lo quiere y escucha el clamor de su pueblo oprimido que llega hasta el Cielo y en el Cielo se escucha».

Estoy convencido, es el final, porque es evidente el fracaso de otro régimen marxista-comunista más. Como lo fue en España en los años 30 del pasado siglo que no triunfó, gracias a Dios, pero ocasionó el gran fracaso español del siglo pasado de una terrible guerra fratricida; fracasó en Rusia y los países satélites y en otros lugares, como está fracasando en Venezuela y otros pueblos. Hablar de marxismo-comunismo, es hablar de fracaso, incluso allí donde ha querido ser camuflado con el «eurocomunismo» de Berlingüer y Carrillo. Es un fracaso incluso en lo económico, quizá lo más visible; pero es que lleva en su misma entraña el germen del fracaso, porque en esa entraña se alimenta de una cierta visión de lo científico pero sin el verdadero fundamento de la ciencia entendida correctamente, y de una falsa visión del hombre materialista, determinista. «Es cierto que el espíritu depende en buena parte de las condiciones materiales, pero también las supera. La pretensión de construir al hombre perfecto y la sociedad perfecta mediante cambios estructurales es el verdadero núcleo del materialismo moderno y precisamente este núcleo se ha demostrado erróneo. Quien se basa en lo mecánico, en lugar de basarse en lo espiritual, en lo eterno, acaba por equivocarse en sus cálculos» (J. Ratzinger). El sistema marxista, por su alicorta y falsa visión científica determinista tiene en su misma entraña también la desfiguración de la persona, tan característica dentro de un régimen comunista, para el que el concepto de persona designa un individuo formado en y a través de la socialización, que no puede ser pensado con independencia de la sociedad. El individuo es, por así decir, formado o producido en el mecanismo de socialización (Cfr. Habermas). De ahí resulta normal, en el sistema comunista o de socialización real, la represión de la libertad; la represión de la libertad por el sistema no es una deformación del pensamiento sino su aplicación lógica; la teoría marxista por su misma esencia exige excluir el factor libertad. El resurgir práctico de la libertad frente al sistema en las calles de la Habana, en Cuba, ahora por ejemplo, adquiere también un significado decisivo teórico. ¿A quién le puede extrañar la reacción represiva de los poderes del régimen cubano, o a quién le puede extrañar lo que está sucediendo con el comportamiento y el cierto «silencio» cómplice de nuestro Gobierno español ante la represión dictatorial, tiránica, del régimen cubano?¿Se va a condenar a sí mismo o condenar y desenmascarar los principios marxistas que lo dirigen?¿Qué importa la persona humana, el bien común, el imperio de la Ley justa, la verdad y la libertad? Seamos lúcidos y adelantémonos al futuro si no queremos sucumbir en nuestros días en España a los errores del marxismo, del comunismo, que se está demostrando como un error y un fracaso permanente. Es verdad: el final de la opresión cubana está próximo, se acerca ya su liberación. Dios escucha sus gritos angustiados que piden ayuda. Ese Dios quien olvida, niega o expulsa el marxismo, es origen también principal del marxismo. Pero esa es la esperanza que no defrauda. Por lo demás, mirando a España: Hace falta formar a la gente en la verdad y propiciar un laicado libre, lúcido y valiente que eso es trabajar por la paz y la concordia y el futuro.

Antonio Cañizares Llovera es cardenal y arzobispo de Valencia