Economía

La flauta de Sen

La justicia requiere respetar la propiedad pacíficamente adquirida.

El Premio Nobel de Economía, Amartya Sen, recibió este pasado viernes el Premio Princesa de Asturias. Son muchas las ideas de Sen que podríamos analizar, tanto favorable como desfavorablemente, pero permítanme reflexionar sobre una sugerente historia que nos cuenta el Nobel en su libro La idea de la justicia: «Tienes que decidir cuál de los siguientes niños (Ana, Bob o Carla) debe quedarse con una flauta por la que se están peleando. Ana reclama la flauta sobre la base de que ella es la única que sabe cómo tocarla (lo otros niños reconocen este hecho) y que sería injusto denegársela si es la única que puede hacer uso de ella. Alternativamente, Bob defiende que debe ser él quien se quede con la flauta porque es el más pobre de los tres y es el único que no tiene ningún otro juguete. Con la flauta, tendría algo con lo que jugar (los otros dos niños reconocen que son más ricos y que tienen otros muchos juguetes). Finalmente, Carla proclama que ha sido ella quien ha estado trabajando durante meses para fabricar la flauta con su propio trabajo (los otros niños lo confirman) y que, justamente cuando la ha terminado, solo en ese momento, los otros dos niños han querido quitársela. Tras haber escuchado a los tres niños, es difícil saber qué debemos hacer».

En esta breve narración, Sen ha resumido las que probablemente sean las tres principales concepciones de la justicia distributiva: el utilitarismo (los recursos deben ir a parar a aquéllos que más los valoran); el igualitarismo (los recursos deben repartirse en porciones iguales) y el liberalismo (los recursos deben hallarse en manos de aquéllos que los adquirieron pacíficamente). De ahí el aparente dilema moral: ¿debe quedarse con la flauta el niño que sabe tocarla, el que no tiene otros juguetes o el que la fabricó? La aparente equivalencia moral entre las tres posibilidades se desvanece tan pronto como nos damos cuenta de que la flauta no aparece de la nada en este mundo, sino que es fruto del comportamiento deliberado de una persona –en nuestro ejemplo, Carla– para fabricarla: si Carla no hubiese decidido y no se hubiese esforzado en crearla, entonces no habría flauta alguna que potencialmente repartir entre los tres niños. De ahí que quien merece poseer inicialmente la flauta sea su creadora: crear una flauta (o cualquier otro bien) a través de tu trabajo mejora tu situación sin empeorar la de nadie más y, por tanto, nadie salvo su creador debería poseer un justo título sobre la flauta. ¿En qué sentido el mundo ha empeorado por el hecho de que Carla haya creado una flauta? Si Ana y Bob no se han visto perjudicados por la actividad productiva de Carla, ¿por qué deberían aspirar a que Carla les ceda la flauta? No, si quieren acceder a una flauta pueden seguir el mismo camino que Carla: producir una o, en su defecto, producir otra cosa que Carla quiera e intercambiársela voluntariamente por la flauta. Robar no es justo y si Ana o Bob se quedaran con la flauta sin el consentimiento de Carla, estarían robando. Por tanto, la justicia requiere respetar la propiedad pacíficamente adquirida.