Opinión
Yolanda Díaz y su «Acuerdo de país»
La firma de un pacto entre los interlocutores económicos y sociales y el Gobierno para presuntamente derogar la reforma laboral «impuesta por el Gobierno anterior del PP», no contenta a nadie, con alguna excepción. Los sindicatos cosignatarios sí que están felices porque les da un «mando en plaza» y unos dineros necesarios para cumplir el guion que establece la «izquierda caniche», en acertada expresión de Juan Manuel de Prada.
Lo que iba a ser una «total y absoluta derogación» de esa legislación laboral, ahora es considerada por la vicepresidenta y ministra de Trabajo como un «Acuerdo de país», aludiendo en su condición de «humilde abogada laboralista» para referirse a lo que hasta ahora todos denominábamos como «Pactos de Estado».
Según Yolanda Díaz, ese acuerdo «pasa página a la precariedad laboral en España», pero es un pacto curioso pues ni siquiera sus aliados parlamentarios ERC, PNV y Bildu piensan votarlo en el trámite de convalidación del correspondiente real decreto-ley en el Congreso si no admite su posterior tramitación como proyecto de ley que permita enmendarlo. Pero me temo que la humilde letrada laboralista pretende la cuadratura del círculo, ya que la CEOE, con el señor Garamendi «descuartizado» por ese acuerdo de país, afirma que se retira si lo firmado resulta modificado.
Así que, a fin de conseguir el oxímoron, Díaz dice que tratará el asunto con «humildad y diálogo» con sus aliados para convencerles de la bondad de lo acordado. No estoy seguro de que a Rufián, Esteban y sobre todo Otegui, les basten sus encantos para convencerles, como sí parece haber sucedido con el señor Garamendi según se aprecia en la emotiva fotografía que circula.
Por su parte, la oposición se opone frontalmente al acuerdo, lo cual es lógico si atendemos a lo que el propio Gobierno ha dicho y escrito sobre la todavía vigente legislación. Yolanda Díaz ha arremetido contra ellos criticando que estén instalados en el «¡No es no!», expresión a la que solo faltaba añadir «¿Qué parte del no no ha entendido, Sr. Rajoy?» para emular a su venerado líder cuando, tras obtener 84 diputados, bloqueaba la investidura del vencedor con 137, abocando a unas terceras elecciones.
Quien sí desbloqueo a Sánchez fue el Comité Federal del PSOE, que el 1º de octubre de 2016 –no confundir con el 1-O del año siguiente–, le obligó a renunciar a la Secretaría General del partido para evitar tal contumaz oposición a la investidura, la cual sólo podía resolverse mediante la formación de un Gobierno Frankenstein con Sánchez al frente. Con su moción de censura lo consiguió unos meses después. Y así estamos hasta hoy.
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