Alberto Garzón
Se adelanta el carnaval
Se anticipa el tiempo de las carnestolendas unas cuantas semanas a cuenta de la incontinencia verbal de un ministro que sigue sin mostrar el perfil institucional que cabe exigir a quien ostenta esa relevantísima posición. El señor Garzón, arropado por quienes expanden el bulo de que se expandió un bulo tras sus declaraciones, no se ha retractado de lo publicado en The Guardian que se me antoja meridianamente claro: «exportan esa carne de mala calidad y animales maltratados». Eso dijo, no lo ha desmentido, y aún se puede consultar en la página web del periódico británico.
Se refería a las llamadas macrogranjas como si fueran recintos de tortura animal alejados de cualquier control político y legal, como emisores de carne mala que se destina a la exportación. Eso sí que podría ser un bulo, porque quizá no responda del todo a la realidad. Pero recoger, criticar y hasta denunciar semejante declaración por irresponsable y dañina para el sector cárnico español no es emitir bulos, sino juicios libres y creo que sensatos. De hecho, la reacción del Gobierno, desde el presidente –tibio, pero claro– hasta el ministro de Agricultura –que reclamó una explicación no dada aún por Garzón– pasando por la vicepresidenta de Transición Ecológica –que mandó «cariños» al sector ganadero– apunta en esa dirección de señalar lo inaceptable, por su insensatez, de las palabras de Garzón.
Lo del bulo es el carnaval, las carnestolendas que se anticipan. La respuesta de una formación política que aprovecha la menor oportunidad para hacer gala de su inconsistencia institucional, de su incapacidad para asimilar que gobernar no es un juego asambleario y la política tiene aristas y realidades conectadas a la vida de millones de personas que trascienden con mucho la teoría que estudian en sus textos sagrados estos mal leídos metidos a gestores. Se salva la jefa, la vicepresidenta Díaz, que se dejó las soflamas y los lemas en casa porque sabe que gobernar es gestionar el presente, que la revolución no toca en este momento, y que el cambio se tramita a sorbos cortos y efectivos. Que vale más una nota en el BOE que quince declaraciones de reafirmación ideológica. Quizá por eso es la única desde esa izquierda del PSOE que ha hablado de la impertinencia de hablar demasiado.
En el fondo, todo es carnaval, qué quiere que le diga. Porque resulta que la frase de Garzón no la rescató la prensa ni un observador consciente e imparcial. La entrevista y la frase de marras se nos pasó a todos hasta que el Partido Popular, recién convocadas elecciones en zona de peso ganadero como Castilla y León, se encontró el diamante en bruto torpemente servido por el ministro. Y empezó a airearlo. Y abrió una polémica que dañó y sigue dañando al Ejecutivo, ha obligado a la parte socialista del bigobierno a salir a desmentir pero no ir más allá porque en este Gobierno de cuotas no se puede, y a la autodenominada izquierda de la izquierda, a disfrazar de bulo la impericia impertinente del ministro flojo, del gobernante por accidente cuyo paso por el Ejecutivo no se ha caracterizado ni por la eficacia ni por la responsabilidad.
Se adelanta el carnaval, la política juega su baza más cutre. La necesaria discusión sobre el sector ganadero, su situación, sus luces y sus sombras, queda enterrada por los disfraces que exhiben los habitantes de la carroza de la política.
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