Pedro Sánchez

Sánchez ante el espejo de Ucrania

En pocas ocasiones como con la crisis de Ucrania, se habrá encontrado con tanta evidencia el Gobierno sanchista ante el espejo de su propia contradicción. Una cosa es que en España por razones diversas y por acomodación se haya «normalizado» a nivel mediático el tener un Gobierno con cinco carteras en manos de comunistas que hacen profesión de fe pública de su condición, y otra cosa bien distinta es que suceda lo mismo a nivel internacional. No es algo visto con particular agrado y confianza que haya un Gobierno de estas características en la UE, que es ante todo una unión de estados europeos democráticos a la que los excomunistas se han ido incorporando en oleadas a rebufo de los acontecimientos históricos producidos, en especial la desaparición de la URSS.

Más acentuado es el caso de la Alianza Atlántica, organización que nació precisamente tras la Segunda Guerra Mundial para proteger al occidente europeo de la amenaza comunista soviética en plena Guerra Fría. Por ello, desaparecida la Unión Soviética, Putin ha puesto especial celo desde su llegada al poder en denunciar la subsistencia de la OTAN, resultándole del todo inadmisible que además se ensanche hacia sus fronteras, incorporando estados que antes formaban parte de la URSS, o estaban bajo su esfera de influencia y controladas por el desaparecido Pacto de Varsovia.

Analizar bien lo que sucede con Ucrania requiere intentar comprender –que no aceptar– las razones de Rusia para crear una situación como la actual, que puede desencadenar un conflicto en Europa de dimensión desconocida desde 1945. Ya sabemos que Ucrania no es para Rusia una antigua república soviética más –como las tres Bálticas, por ejemplo– sino que mantiene con ella unos lazos históricos, culturales y emocionales muy intensos, sobre todo con la zona oriental, más diluidos en la línea del Dnieper, donde comienza la Ucrania occidental. Esa realidad explica lo sucedido en 2014 con la anexión de la península de Crimea –que fue rusa hasta que Kruschov se la cedió a Ucrania sin ningún problema, porque entonces todo quedaba en casa, en la URSS–, así como con la ocupación de la región oriental del Donbás; todo ello sin crearse una situación tan crítica como la actual.

El actual escenario del «No a la guerra» de los socios y aliados de Sánchez significa el «Sí a una amputación de Ucrania», en el mejor de los casos. Algo muy significativo cuando esos mismos partidos –como el BNG, Bildu, PNV y ERC– defienden la autodeterminación de Galicia, País Vasco y Cataluña. Y no digamos de Unidas Podemos, tan plurinacional ella. Sánchez ante su espejo.