Autónomos

Un informe paralelo (y para lelas) a los oficiales, dice que a los autónomos nos van a pegar un rejonazo fiscal que nos van a temblar las declaraciones trimestrales. Los cambios que se avisan están pergeñados por algunos maestresalas públicos que saben mucho y a muchos de los cuales, por cierto, oigo ahora decir «Eucrania» (en vez de Ucrania), supongo que para compensar cuando dicen: «Uropa» en vez de Europa. Yo creo que, en realidad, todo forma parte de una técnica de negociación: lanzar un órdago, acongojar a los autónomos, y luego negociar, rebajando algo, hasta que la otra parte acepte lo que, con merma y todo, es inaceptable, pero que comparado con la primera oferta es para agradecer la magnanimidad del todopoderoso que hace la proposición. Pero eso…, ¿es negociación o intimidación? A mí me recuerda más a cierta falta de sensibilidad en un momento en que la mayoría estamos tomando conciencia de ser, más que una clase social, una famélica y carpanta legión. Los autónomos, que tanto hemos sufrido los confinamientos, con la prohibición de salir a la calle a buscarnos la vida, somos blanco recurrente de las ansias de caja. A mí, desde luego, me empieza a salir más rentable tirar la toalla, dejar de trabajar y pedir una pensión asistencial miserable en espera de la dorada jubilación de miseria que me ofrece el sistema menesteroso. Y, como yo, habrá en las mismas circunstancias unos cuantos. Millones, digo… Pienso todo esto mientras estoy en mi pueblo, rodeada de vacas –o sea, en una «vacanal»–, y me siento muy confundida porque, ahora que nos habían permitido salir de casa para currar, los autónomos, autónomas y autonomías varias nos hemos dado cuenta que, en verdad, no estamos viendo la luz al final del túnel, sino al tren que viene de frente y nos va a atropellar. Pero, como diría aquel, estas cosas pasan. Y, además, tal y como he oído en un programa de televisión «Es ‘eminente’ la invasión de Ucrania», así que…, ¿qué importa todo lo demás?