Opinión

El respeto de Sánchez por el Congreso

Salvo cambios de última hora, el Congreso dará hoy luz verde a la «reforma laboral», que en realidad es simplemente un «retoque laboral»; eso sí, pactado con la patronal y unos sindicatos convertidos en meras correas de transmisión –en la calle y las empresas– de la política del Gobierno en la materia. Ahora además con CCOO preocupada por el resultado del Benidorm Fest para Eurovisión, que es sin duda objeto de honda intranquilidad para los asalariados tanto a nivel nacional y sectorial.

Sánchez ha convertido la votación de la reforma laboral en un auténtico examen político para su Gobierno, obligado por la UE a esa escenificación negociadora para poder recibir los Fondos para la Recuperación Económica. El alejamiento de sus aliados parlamentarios, ERC y Bildu entre otros, sería una buena noticia de no ser porque su aprobación, ante todo, constituye un balón de oxígeno político para mantener a flote al sanchismo. Durante los diez años transcurridos desde 2012, cuando se aprobó esa reforma por el primer Ejecutivo de Rajoy, la izquierda la ha descalificado comprometiéndose a una «radical y absoluta derogación» cuando asumiera el Gobierno. Ahora le retocan el maquillaje con los votos naranja que siempre son útiles «para un roto o un descosido», según convenga a Sánchez.

Pero esta semana además el sanchismo se ha retratado en el Congreso con el espectáculo visto anteayer en el trámite de convalidación del R.D. Ley para obligar a los ciudadanos a seguir yendo amordazados por la calle. Obligar a votar eso junto a cuestiones tan sensibles y distantes como la revalorización de las pensiones, por ejemplo, da idea del valor sanitario de esta obligación que no tiene el más mínimo aval científico sólido que la apoye en estos momentos.

Al Gobierno le está saliendo demasiado barato suspender derechos fundamentales de los ciudadanos como el de tener que pasear amordazados por la calle con bozal, mientras las queridas mascotas lo hacen libres de él. Es una imagen que retrata una realidad digna de narración distópica de Orwell o Huxley, en la que estamos inmersos cual rebaño pero sin inmunidad. Es un instrumento de coacción a la manada y de recuerdo psicológico de quién es el que manda.

Al parecer, prácticamente todos los europeos y tantos otros nacionales del mundo tienen en sus genes una inmunidad que nosotros no poseemos, pese a nuestra masiva vacunación. Ese hecho, unido a que Sánchez ha estado ausente del Congreso, del que se encuentra alejado desde el 22 de diciembre, pone de manifiesto el respeto que muestra por los ciudadanos y la institución parlamentaria.