Fuerzas Armadas

Luis Carvajal Raggio, Caballero Legionario Paracaidista

Superados los ochenta, nos ha dejado una leyenda dentro del Ejército y muy especialmente de sus unidades paracaidistas. Podría hacer un inventario de reconocimientos y condecoraciones, pero me limitaré a resaltar un principio básico de nuestras Ordenanzas: “hacerse querer y respetar, precisamente por este orden y no por el contrario.

El general Carvajal se hizo querer de Ivan Prskalo, alcalde Mostar, cuando en plena guerra de Bosnia le comunicó que “de forma tan entusiasta como unánime hemos decidido nombrarle nuestro hijo adoptivo para demostrarle que su persona perdurará para siempre en el corazón de todos los habitantes de Mostar”. Carvajal había mandado la “Agrupación Madrid” y más tarde en 1995 el contingente SPABRI II “Almogávares” bajo mandato de la OTAN, siempre con sus paracaidistas.

Se hizo querer de un irrepetible Teniente Coronel Mingote cuando le dedicó una viñeta en ABC el 9 de Diciembre del mismo 1996 dedicada “al General Carvajal con mi agradecimiento como español y por haberme dado motivo para este dibujo”. En su genial interpretación, criticaba abiertamente el desinterés de los españoles por los temas de Defensa: “Un general español hijo adoptivo de Mostar: bueno; una marquesa sorprendida en una marisquería con un delantero centro: ¡notición!”.

El general Carvajal se hizo querer de subordinados, compañeros y superiores a lo largo de una larga carrera que dedicó prácticamente a las unidades paracaidistas y que culminó con el mando de la BRIPAC entre 1995 y 1998.

Nacido en el seno de familias conocidas de Málaga, más tarde por feliz matrimonio asentado en tierras toledanas, ingresó, donde ya coincidimos, en la Academia General Militar en 1959. Tras su paso por la Academia de Infantería, teniente en 1963 con un primer destino en la Legión. En 1966 llegó a la entonces Agrupación de Banderas Paracaidistas a la que nos habíamos incorporado anteriormente seis compañeros de la misma promoción. Tuvimos la suerte de foguearnos con buenos capitanes curtidos en Ifni. Luis lo haría en la llamada Compañía de Base que mandaba el capitán Sáez de Sagaseta, un vasco de uno noventa, que sufría las consecuencias de una herida de guerra en una pierna, lo que no le impedía saltar –impresionaba verlo aterrizar- y ser un magnifico organizador. Aquella Compañía, hoy Grupo de Lanzamiento y Aerotransporte, tenía entre otras misiones, la delicada misión de plegar y mantener los paracaídas, tema vital en una unidad de sus características.

Defensor de las virtudes y tradiciones paracaidistas, heredadas de su ascendencia legionaria, diseñó un breviario de comportamiento y definición de lo que ser paracaidista representa: su alma, en términos actuales.

Hoy, desde la condición de “hermano” con la que nos tratábamos, intento superar el dolor por su pérdida, con el consuelo de saber que seguirá siendo guía y ejemplo para muchos y su recuerdo “perdurará siempre en el corazón” de todos a quienes quiso, a todos los que sirvió. Porque también tenía claro que mandar es servir.

¡Descansa en paz, hermano, mi General!