Guerra en Ucrania

Cárpatos

La resistencia es la lucha por la libertad y los derechos individuales, una eterna aspiración del ser humano

En la frontera entre Ucrania y Rumanía está la cordillera de los Cárpatos. Allí se van a dirigir ahora muchos ucranianos, huyendo de los bombardeos de los principales centros urbanos. Ante el matonismo del totalitarismo invasor, harán lo que siempre nos han transmitido los viejos mitos y las leyendas de esas montañas. Es decir, vivirán en medio de la noche y por el día disimularán quienes son verdaderamente. Se verán obligados a ocultar lo que piensan y ser prudentes con aquello que muestran de sí mismos para no ponerse en peligro. O sea, lo mismo que están haciendo en este exacto momento muchos rusos dentro de la propia Rusia.

El primer paso obligado de esta guerra que se nos viene encima es no confundir a Putin con los rusos que también lo sufren. Lo segundo, comprender que lo que está en lucha es la autocracia contra la democracia y que, si realmente queremos defender a esta última, no vale pacifismo sino beligerancia. Beligerancia no significa responder a una intervención armada con otra intervención armada, sino mantener la ayuda, el apoyo y los cuidados a la resistencia. La resistencia es la lucha por la libertad y los derechos individuales, una eterna aspiración del ser humano. Todos sabemos que esa eterna aspiración a la larga siempre emerge en todas las comunidades humanas. Y lo sabe incluso el propio Putin, por eso se enfada tanto. Culpa nuestra no es que él haya sido incapaz de encontrar otra salida para sí mismo que preferir ir contra esa venerable aspiración antes que perder el poder en su país. En la hora más oscura, mientras vemos avanzar las tinieblas en todos los terrenos y nos quieren obligar a dormir en ataúdes, lo principal es conservar la complicidad de la resistencia y recordar con que facilidad se canta La Marsellesa, ese viejo himno del ser humano. Es cuestión como siempre de paciencia, porque sabemos que a largo plazo ganará la libertad.