Opinión
Rusia, la guerra y Fátima (II)
Ante la gravedad de la situación que se vive en Ucrania, es importante dirigir la mirada hacia lo sucedido en Fátima en 1917, y también hacia posteriores hechos ocurridos en Europa –y especialmente en Rusia–, a lo largo de todo el siglo XX, también vinculados con lo ocurrido en la pequeña aldea lusa. Sobre todo, porque, como manifestó el Papa Benedicto XVI el 13 de mayo de 2010 en su visita a Portugal: «Se equivocaría quien creyera que la dimensión profética de Fátima está concluida».
Con esas palabras, el pontífice salía al paso de la interpretación que se quiso imponer como única y obligatoria del denominado «tercer secreto» tras ser dado a conocer en 2000. Recordemos que el «secreto» divulgado consistía en la visión que tuvieron los tres pastorinhos el 13 de julio de 1917, que –entre otras cosas– relataba la escena de un Papa que caía asesinado al frente de una multitud de «obispos, sacerdotes, religiosos y laicos de toda clase, sexo y condición social», que igualmente caían abatidos en el marco de una dramática escena de muerte, en una ciudad destruida.
La interpretación dada, la estableció el secretario de Estado Sodano el 13 de mayo de 2000, al considerar que esa escena evocaba el frustrado asesinato de san Juan Pablo II a manos del terrorista Ali Agca, en la Plaza de San Pedro del Vaticano, la tarde del 13 de mayo de 1981, concluyendo que era una visión alegórica, propia del género religioso profético. En coherencia con ello, dijo que representaba el reciente pasado de la vida de la Iglesia, con las persecuciones sufridas por ella y por los cristianos, durante todo el siglo XX.
Así, el cardenal Ratzinger, entonces Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, hizo público el comentario teológico basado en dicha interpretación alegórica. Fue en la Sala de prensa del Vaticano el 26 de junio siguiente, ante una gran expectación de los medios de todo el mundo allí convocados.
La Virgen les había anunciado a los niños que la consagración pedida no se atendería… pero que «al final mi Corazón Inmaculado triunfará». Las palabras que siguieron son fundamentales para poder discernir cuándo y cómo podría considerarse alcanzado ese triunfo asegurado por Ella. Y fueron éstas: «El Papa me consagrará Rusia, que se convertirá, y le será dado al mundo un tiempo de paz».
El debate sigue abierto en cuanto a qué se entiende por ese «triunfo» y por la «conversión» de Rusia, vinculada a su consagración. La ya efectuada: ¿es válida, pero no completa? Esta es la cuestión, ante la actual guerra.
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