Opinión

Una bofetada al Oscar

La gala de los Oscar de Hollywood de este año sin duda ha conseguido captar una audiencia e interés similar a los de otros tiempos. Eran aquellos en los que el séptimo arte era el primero para una parte no menor de la población mundial. Entonces las salas de cine daban fe de ese éxito con sus largas colas para adquirir las localidades que permitían disfrutar de la proyección de la película deseada, que permanecía en cartel durante semanas e incluso meses. Hoy son las «plataformas» las que adquieren los derechos sobre esos filmes que proyectan en las pantallas de las televisiones domésticas convertidas en los salones cinematográficos de nuestros hogares.

Por desgracia, este año el renovado interés por la gala no ha sido por la calidad de las películas aspirantes y galardonadas con las estatuillas mágicas, ni por los siempre tan comentados «outfits» de la alfombra roja; sino que la noticia de impacto mundial ha sido una bofetada fuera de programa.

La trama del asunto ya es conocida: un famoso actor, Will Smith, aspirante al Oscar que consiguió, y presente entre el público, se levantó de su localidad y salió al escenario para propinarle una sonora bofetada al presentador, tras permitirse éste hacer un desafortunado chiste sobre la alopecia de su esposa, también presente en la sala. Lo cierto es que la surrealista escena bien podría haber sido parte del guion y poner título a la protagonizada por él, pero no fue así aunque méritos hizo para parecerlo, ya que Will Smith obtuvo precisamente el Oscar al mejor actor —no de «reparto», como se bromea— por su papel en el film «El método Williams». Por lo que sabemos, la citada cinta no trata sobre este «método» para defender el honor mancillado de su esposa.

Para tener una visión completa de la situación, es preciso conocer que la gala había apostado con fuerza por ser una edición «inclusiva y diversa» como respuesta al boicot realizado por Jada –precisamente la esposa de Smith, nominada en 2016 para una estatuilla– como protesta por la ausencia de diversidad racial en el espectáculo. Que el cinematográfico incidente tuviera como lamentables protagonistas a dos personas de la misma raza, cuando menos quita el dramatismo que hubiese provocado si uno hubiera sido blanco. El «black lives matter» habría encontrado intenso eco en una sociedad como la estadounidense, donde la diversidad racial todavía no está asimilada con plena normalidad, como hubo ocasión de comprobar durante la presidencia de Trump.

En cualquier caso, es preciso recordar que la buena educación y la cortesía son categorías y virtudes individuales y no colectivas ni de grupo. Sea éste étnico, sexual o cualquier otro.