Opinión

El corredor de Suwalki: ¿otro Danzing?

No solo son los franceses quienes aprenden geografía con las guerras, como sostenía De Gaulle, sino el común de los mortales; y muy especialmente la geografía política, porque las guerras son las que en el curso de la Historia hacen y deshacen fronteras y crean y sepultan Estados. Los accidentes geográficos naturales son otro cantar, y no está al alcance del hombre modificarlos sensiblemente por ser obra de la naturaleza, al menos de momento. Aunque son excepción a esta norma colosales obras de ingeniería como algunos puentes, túneles y canales.

Entre la realidad de la geografía política, puesta en el ojo del huracán por la invasión rusa de Ucrania, se encuentra el conocido como «corredor de Suwalki», de inevitables connotaciones bélicas, geográficas y nominales con el «pasillo de Dantzing», que fue la coartada de Hitler para desencadenar la Segunda Guerra Mundial con la invasión de Polonia juntamente con Stalin.

La referencia a Dantzing no es forzada y sí muy apropiada, por cuanto Suwalki jugaría ahora un papel estratégico en el caso de que la OTAN tuviera que activar el botón rojo del artículo 5º del Tratado Atlántico. El citado corredor es una franja de 96 km, y constituye la única frontera entre Polonia y Lituania, limitada en un extremo por Bielorrusia y en el otro por el estratégico enclave, ahora ruso, de Kaliningrado.

Esa posición en el mapa europeo oriental le convierte en tan vulnerable como sensible en el hipotético caso de un conflicto con Rusia, que con su fácil ocupación dividiría los países bálticos del resto del territorio OTAN, dificultando sobremanera cualquier esfuerzo de ayuda en caso de agresión rusa. Es histórica la importancia geopolítica de la zona, ya que constituyó la Prusia oriental repartida en agosto de 1945 en la Conferencia de Postdam entre Polonia, Lituania y la URSS. Esta última se reservó para sí la capital Köenisberg, convertida en Kaliningrado en honor de Kalinin, fundador y presidente de la Unión Soviética entre 1938 y 1946.

Actualmente esa histórica ciudad constituye un baluarte militar de Rusia en la zona, además de ser su puerto de acceso al Mar Báltico, lo que le otorga un extraordinario valor estratégico. La mejor noticia que podríamos tener de ese corredor es no tener ninguna, como ha venido sucediendo hasta ahora para el gran público desde el final de la Guerra Fría, con la caída del Muro de Berlín hace 33 años. De momento, España vigila el cielo en la zona con un escuadrón integrado en el despliegue militar de la Alianza en Lituania.